Cuando vivimos en la condición de soledad, sentimos el permanente deseo de encontrar pareja. En muchas ocasiones ese deseo se transforma en apremiante necesidad y que degenera a veces en descontrolada desesperación. Encontramos por fin una persona que nos atrae especialmente y, enseguida, nos apresuramos a asignarle el máximo de virtudes; empezamos a construir así un ser ideal del cual nos enamoramos. Empujados por la desesperación nos convencemos a nosotros mismos de estar enamorados no del ser ideal que hemos construido, sino del ser real que creemos conocer. No queremos aprender que el verdadero, y no ideal, amor tiene como base el amplio y profundo conocimiento que se tiene del otro. La relación de pareja artificial y forzada está por detrás del estado de soledad.
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