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sábado, 11 de mayo de 2024

La rosa es roja

 

Un pensamiento de Hegel en movimiento

 

En la proposición la rosa es roja se afirma que un particular (la rosa) es un universal (lo rojo). Se afirma que una cosa (un particular) es su contrario (un universal). Lo universal (lo rojo) solo puede existir en lo particular (la rosa).
 

Tenemos encima de la mesa una rosa roja, un lápiz rojo, una goma roja, una cuchara roja,… Decimos, entonces, que la rosa es un particular existiendo junto a otros particulares. Decimos que lo rojo es lo universal (lo uno) existiendo en varios particulares, existiendo en lo múltiple y diverso. Si en la mesa tuviéramos solamente rosas rojas, tendríamos lo múltiple pero no lo diverso.
 

En el modo de saber de la dialéctica se habla de la unidad de los contrarios. Los contrarios son lo particular y lo universal, esa unidad se da, por ejemplo, en la rosa roja, en el lápiz rojo, … Esa unidad se manifiesta también cuando se afirma que lo particular es un universal, que un particular es su contrario, un universal.
Por medio de lo particular (la rosa) se da lo universal (lo rojo).
 

Dice Aristóteles que una sandalia tiene un doble uso: como calzado (valor de uso) y como mercancía que se cambia por otra mercancía distinta (valor de cambio). Este doble uso de un bien ha existido en distintos modos de producción: Esclavista, Feudal y Capitalista. Ese doble uso constituye lo universal y cada distinto modo de producción constituye lo particular. El dinero es la mercancía universal, porque es la mercancía que puede cambiarse por cualquier otra mercancía. Cinco euros los cambio, por ejemplo, por medio pollo asado, por dos kilos de arroz, por doscientos gramos de jamón,… Los cinco euros es la mercancía universal que se cambia por innumerables y diversas mercancías particulares en proporciones determinadas.
 

El poder económico que domina al mundo, que ejerce su dictadura en el mundo, es el poder del capital financiero, descomunales encarnaciones de ese poder son las empresas de gestión de activos Blackrock (gestiona 9,43 billones de dólares) y Vanguard (gestiona 8,1 billones de dólares). Por centrarnos en BlackRock, ésta posee el 88% de las acciones de las quinientas mayores empresas estadounidenses, y gestiona activos de tanto valor que solo Estados Unidos y China de forma independiente podrían competir con esta compañía. Lo que estas empresas persiguen nos son mercancías particulares, ni para su producción ni para su comercio, persiguen tan solo la mercancía universal: el dinero.
Poderoso caballero es Don Dinero. Poderoso y universal, es pertinente agregar.


sábado, 20 de enero de 2024

Imposición de clase

 

A base de leer y escuchar reiteradamente a Juan Ramón Rallo, ideólogo del capitalismo, he ido descubriendo su conducta intelectual frente al pensamiento de Marx; es la siguiente: toma un determinado pensamiento de Marx, hace una caricatura de ese pensamiento, para luego negar esa caricatura, creyendo que de esa manera ha conseguido negar el verdadero pensamiento de Marx.
En este vídeo Rallo manifiesta lo siguiente: “Según Marx, en una sociedad dividida en clases, por ejemplo, la sociedad capitalista, es la clase dominante la que impone su visión de como funciona el mundo”. Eso Marx no lo ha afirmado nunca, el pensamiento de Marx reza así: “En una sociedad dividida en clases la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”. Para que haya una imposición ha de suceder que millones de capitalistas que pueblan el amplio mundo se pongan de acuerdo para imponer al resto de los mortales su ideología, lo cual, salta a la vista, es un sinsentido, por decirlo de manera elegante, de manera que no se ofenda nadie.
Pensemos en Aristóteles, un pensador grande y eterno, ¿cuál era su ideología?: la ideología de la clase esclavista, la ideología de la clase dominante. Para esa ideología lo natural era la división de la sociedad en amos y esclavos. Para esa ideología el esclavo debía su existencia al amo. Para la ideología feudal el siervo debe su existencia al señor feudal. Para la ideología  capitalista, el trabajador debe su existencia al capitalista.
Vamos con una ilustración de este dominio ideológico. En televisión, en el transcurso de un debate, un periodista de izquierda, dijo: “Ojalá que en España existieran muchos más empresarios como Amancio Ortega”. Este pronunciamiento manifiesta claramente el dominio de la ideología capitalista, aún para la gran mayoría de personas que se declaran de izquierda. Hagamos más concreto el cómo se da este dominio ideológico. A nivel mundial, el número de trabajadores de Inditex, la empresa que lidera Amancio Ortega, asciende a 165 mil; lo que significa que 165 mil personas (clase trabajadora) ya no pueden ser un Amancio Ortega, y también significa que para la existencia de otro Amancio Ortega se precisan otras 165 mil personas. La ideología dominante dice que esas 165 mil personas deben su existencia a Amancio Ortega, cuando en realidad es al revés, Amancio Ortega (91.000 millones de euros, es su patrimonio) debe su existencia, como capitalista super millonario, al trabajo de 165 mil personas. Para que se de la existencia de capitalistas super millonarios como Amancio Ortega es preciso la existencia de una sociedad dividida en clases, división esta que se concreta en que por una parte hay una gran masa de personas que carecen de la propiedad de los medios de producción para crear los bienes necesarios para su existencia, y por otra parte hay una minoría que es propietaria de esos medios de producción. La Industria, el Comercio y las Finanzas está en manos del gran capital, y por medio de esta propiedad  la clase capitalista se apropia de trabajo ajeno, del trabajo creado por la clase trabajadora; su propiedad privada se edifica en base a la apropiación permanente de trabajo ajeno.
Este pensamiento crítico con el mundo capitalista que aquí expongo yace aplastado por la ideología capitalista dominante, dominio que se fortalece con el llamado cuarto poder, los grandes medios de comunicación de masas, medios que también son de su propiedad.

lunes, 3 de octubre de 2022

Europa pierde

domingo, 2 de octubre de 2022

EEUU y el territorio de guerra

sábado, 1 de octubre de 2022

Josep Borrel y los molinos de viento

lunes, 26 de septiembre de 2022

Podemos y Don Quijote

 

Estoy al final de la segunda página de “la aventura de los rebaños”, que se narra en la eterna y siempre viva novela Don Quijote de la Mancha, creada por Miguel de Cervantes Saavedra. Cabalgan Sancho Panza y don Quijote, van hablando de su última aventura,  que nació y se desarrolló  en un castillo, según la mirada del Caballero de la Triste Figura, en una venta, según la mirada del noble Sancho; aventura en la que el leal y buen escudero se llevó la peor parte. Toma el turno la poderosa mano literaria de Cervantes, quiero decir, nos vamos a esa parte de la escritura de su colosal e inmortal novela.

En estos coloquios iban don Quijote y su escudero, cuando vio don Quijote que por el camino que iban venía hacia ellos una grande y espesa polvareda; y, en viéndola, se volvió a Sancho y le dijo:
—Este es el día, ¡oh Sancho!,  en el cual se ha de ver el bien que me tiene guardado mi suerte; este es el día, digo, en que se ha de mostrar, tanto como en otro alguno, el valor de mi brazo, y en el que tengo que hacer obras que queden escritas en el libro de la fama por todos los venideros siglos. ¿Ves aquella polvareda que allí se levanta, Sancho? Pues toda es cuajada de un copiosísimo  ejército de diversas e innumerables gentes que por allí vienen marchando.
—A esa cuenta, dos deben ser -dijo Sancho-, porque de esta parte contraria se levanta asimismo  otra semejante polvareda.
Volvió a mirarlo don Quijote y vio que así era la verdad y, alegrándose sobremanera, pensó sin duda alguna que eran dos ejércitos que venían a embestirse y a encontrarse en mitad de aquella espaciosa llanura. Porque tenía a todas horas y momentos llena la fantasía de aquellas batallas, encantamentos, sucesos, desatinos, amores, desafíos, que en los libros de caballería se cuentan, y todo cuanto hablaba, pensaba o hacía era encaminado a cosas semejantes. Y la polvareda que había visto la levantaban dos grandes manadas de ovejas y carneros que por aquel mismo camino de dos diferentes partes venían, las cuales, por el polvo, no se echaron de ver hasta que llegaron cerca. Y con tanto ahínco afirmaba don Quijote, que Sancho lo vino a creer y a decirle:
—Señor, pues ¿qué hemos de hacer nosotros?
—¿Qué? —dijo don Quijote—. Favorecer y ayudar a los menesterosos y desvalidos. Y has de saber, Sancho, que este que viene por nuestra frente le conduce y guía el gran emperador Alifanfarrón, señor de la grande isla Trapobana; este otro que a mis espaldas marcha es el de su enemigo, el rey de los garamantas, Pentapolín del Arremangado Brazo,  porque siempre entra en las batallas con el brazo desnudo.
—Pues, ¿por qué se llevan tan mal estos dos señores? —preguntó Sancho.
—Quiérense mal —respondió don Quijote— porque este Alifanfarrón es un furibundo pagano y está enamorado de la hija de Pentapolín, que es muy hermosa y además agraciada señora, y es cristiana, y su padre no se la quiere entregar al rey pagano, si no deja primero la ley de su falso profeta Mahoma y se vuelve a la suya.
—¡Para mis barbas —dijo Sancho—si no hace muy bien Pentapolín , y que le tengo que ayudar en cuanto pudiere!
—En eso harás lo que debes, Sancho, —dijo don Quijote—, porque para entrar en batallas semejantes no se requiere ser armado caballero.
—Bien se me alcanza eso —respondió Sancho—, pero, ¿dónde pondremos a este asno que estemos cierto de hallarle después de pasada la refriega? Porque al entrar en ella en semejante caballería no creo que está en uso hasta ahora.
—Así es verdad —dijo don Quijote—. Lo que puedes hacer de él es dejarle a sus aventuras, ora se pierda o no, porque será tantos los caballos que tendremos después que salgamos vencedores, que aún corre peligro Rocinante no le trueque por otro. Pero estáme atento y mira, que te quiero dar cuenta de los caballeros más principales que en estos dos ejércitos vienen. Y para que mejor los veas y notes, retirémonos a aquel altillo que allí se hace, de donde se deben descubrir los dos ejércitos.

Tomo de nuevo la palabra. Mientras veían avanzar a aquellos singulares ejércitos, de soldados y generales imaginados, Don Quijote comenzó, con su alocada y majestuosa forma de hablar, a sacar a luz, a la ingenua y enajenada luz de Sancho Panza, un tropel de señores principales, con sus escudos, sus banderas, sus linajes, sus nombres altisonantes, puros trabalenguas. Saltamos ahora a esta parte del relato de la aventura de los rebaños.
Estaba Sancho Panza colgado de sus palabras —las de don Quijote—, sin hablar ninguna, y de cuando en cuando volvía la cabeza a ver si veía caballeros y gigantes que su amo nombraba; y como no descubría a ninguno, le dijo:
—Señor, encomiendo al diablo hombre, ni gigante, ni caballero de cuantos vuestra merced dice parece por todo esto. A lo menos, yo no los veo. Quizá todo debe ser encantamiento, como los fantasmas de anoche..
—¿Cómo dices eso? —respondió don Quijote—. ¿No oyes el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de los tambores?
—No oigo otra cosa —respondió Sancho— sino muchos balidos de ovejas y carneros.
—El miedo que tienes —dijo don Quijote— te hace, Sancho, que ni veas ni oigas a derechas, porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son; y si es que tanto temes, retírate a una parte y déjame solo, que solo basto a dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda.
Y, diciendo esto, puso las espuelas a Rocinante y, puesta la lanza en el ristre, bajó de la costezuela como un rayo.
Diole voces Sancho, diciéndole:
—Vuélvase vuestra merced, señor don Quijote, que voto a Dios que son carneros y ovejas las que va a embestir. Vuélvase, ¡desdichado del padre que me engendró! ¿Qué locura es esta? Mire que no hay gigante ni caballero alguno, ni gatos, ni armas, ni escudos partidos ni enteros, ni veros azules ni endiablados. ¿Qué es lo que hace? ¡Pecador soy yo de Dios!
Ni por esas volvió don Quijote, antes en altas voces iba diciendo:
—¿Ea, caballeros, los que seguís y militáis debajo de las banderas  del valeroso emperador Pentapolín del Arremangado Brazo, seguidme todos! ¡Veréis cuán fácilmente le doy venganza a su enemigo Alifanfarrón de la Trapobana!
Esto diciendo, se entró por medio del escuadrón de las ovejas y comenzó a lancearlas con tanto coraje y denuedo como si de veras lanceara a sus mortales enemigos. Los pastores y ganaderos que con la manada venían dábanle voces que no hiciese aquello; pero, viendo que no aprovechaban, , desciñéronse las hondas y comenzaron a saludarles los oídos con piedras como puños. Don Quijote no se curaba de las piedras, antes, discurriendo a todas partes, decía:
—¿Adónde está soberbio Alifanfarrón? Vente a mí que un caballero solo soy, que desea, de solo a solo, probar tus fuerzas y quitarte la vida, en pena de la que das al valeroso Pentapolín Garamanta.
Llegó en esto una peladilla del arroyo y, dándole en un lado, le sepultó dos costillas en el cuerpo. Viéndose tan maltrecho, creyó sin duda que estaba muerto o malherido y, acordándose de su licor, sacó su alcuza y se la puso en la boca y comenzó a echar licor en el estómago; mas ante que acabase de envasar lo que a él le parecía que era bastante, llegó otra almendra y diole en la mano y en la alcuza tan de lleno, que la hizo pedazos, llevándole de camino tres o cuatro dientes y muelas de la boca y machucándole malamente dos dedos de la mano.
Tal fue el golpe primero y tal el segundo, que le fue forzoso al pobre caballero dar consigo del caballo abajo. Llegáronse a él los pastores y creyeron que le habían muerto y, así, con mucha prisa recogieron su ganado y cargaron de las reses muertas, que pasaban de siete, y sin averiguar otra cosa se fueron.
Estábase todo este tiempo Sancho sobre la cuesta mirando las locuras que su amo hacía, y arrancándose las barbas, maldiciendo la hora y el punto en que la fortuna se le había dado conocer. Viéndole, pues, caído en el suelo, y que ya los pastores se habían ido, bajó de la cuesta y llegó a él, y hallóle de muy mal arte, aunque no había perdido el sentido, y díjole:
—¿No le decía yo, señor don Quijote, que se volviese, que los que iba a acometer no eran ejércitos, sino manada de carneros?
—Como eso puede desaparecer y contrahacer aquel ladrón del sabio mi enemigo. Sábete, Sancho, que es muy fácil cosa a los tales hacernos parecer lo que quieren, y este maligno que me persigue, envidioso de la gloria que vio que yo había de alcanzar de esta batalla, ha vuelto los escuadrones de enemigos en manadas de ovejas. Si no, haz una cosa, Sancho, por mi vida, porque te desengañes y veas ser verdad lo que te digo: sube en tu asno y síguelos bonitamente y verás como, en alejándose de aquí algún poco, se vuelven en su ser primero y, dejando de ser carneros, son hombres hechos y derechos como yo te los pinté primero.

Hasta aquí llegamos con el relato de la aventura de los rebaños, donde una vez más Alonso Quijano soñó con ser un combativo y valiente caballero, y el bueno y noble Sancho primero siguió los sueños de su amo hasta que la práctica lo llevó a dar con la realidad verdadera, que siempre se impone sobre los que confunden deseo con realidad. Ahora vamos con Podemos; más tarde vendrán las comparaciones. De las comparaciones se dice que son odiosas; lo serán, pero en muchas ocaciones son necesarias, porque subrayan la verdad desnuda, son espejo para el cuerpo y para el alma.
Estoy, virtualmente digo, en la presentación del libro de Pablo Iglesias titulado “Medios y Cloacas”; una especie de presentación en casa, porque el público presente es de reducido número. Lejos quedaron los gloriosos baños de masas, eran otros tiempos; parece que fue ayer, y es que fue ayer cuando Podemos amaneció con gran tamaño, pero como pompa de jabón, que todo lo que es lo es absolutamente por fuera y a mayor tamaño más pronta se hace su explosión, una explosión que viene de ella misma, de la pompa de jabón que es Podemos, pero que las enajenadas cabezas de sus dirigentes se niegan a reconocer. “Medios y Cloacas”, el título es todo un anuncio de la superficialidad que uno puede encontrar en ese libro, ni regalado lo quiero; este tipo de libros alimentan la erudición, el saber enciclopédico, el saber que se basa en la información, el saber del árbol que no te deja ver el bosque, el saber de las particularidades que te niega la visión universal de las cosas, el saber de las miles opiniones, el saber que no proviene del pensar dialéctico y materialista, que es el saber que te hace conocer el mundo en su esencia, más allá de su apariencia, la apariencia y la esencia del mundo capitalista digo. Pablo Iglesias, por saber, no sabe ni siquiera como es la realidad de la propiedad de las grandes empresas capitalistas, me refiero simplemente a lo que está a la vista; una vez se refirió a la familia Botín como la propietaria del Banco Santander, cuando resulta que esta familia es propietaria del 1% de las acciones de la entidad; si estuviera liberado del saber de las particularidades, de los chismes locales de la política española, y abrazara el saber de los conceptos, el saber de lo universal, el saber que te da la obra El Capital de Marx, tendría la conciencia de que el capitalismo al desarrollarse se niega a sí mismo, de manera que la propiedad privada de las grandes empresas pasa a ser la propiedad social sobre las acciones, en concreto, el número de accionistas del Banco Santander se eleva a cuatro millones; es un principio de negación de la propiedad privada que se da en el seno del propio capitalismo, la negación total de la propiedad privada solo puede darse en el socialismo, cuando la propiedad de las grandes empresas sea propiedad absolutamente social.
La presentación del libro corre a cargo de Manu Levin, que nos dice que el derrumbe de Podemos no se debe a sus desaciertos sino a la arremetida de los medios de comunicación en contra de ellos, siguiendo los dictados de la élite española. Va mucho más lejos el enajenado hombre. Pero que lo diga Pablo Echenique en el comentario que aparece a pie del vídeo de la referida presentación: “Manu Levin explica de forma magistral como los poderes mediáticos someten a la población a terapia de aversión, aversión hacia Podemos y hacia la figura de Pablo Iglesias, de aversión metafóricamente análogas a la que someten al protagonista de la película de Stanley Kubrick “La Naranja Mecánica”. Pero el amigo Manu va todavía más lejos, y afirma que si uno —no él sino los demás ciudadanos de este reino— no quiere reconocer que no vota o ha dejado de votar a Podemos, no es porque uno tenga criterio propio, sino porque la maquinaria mediática nos la lavado a fondo el cerebro, y es por ello que vamos por ahí diciendo: “no sé por qué, pero es que Pablo Iglesias me cae fatal, no sé por qué, pero es que cuando lo escucho me pongo enfermo”. Y ahora viene lo bueno, no se vayan porque ahora viene lo bueno, bueno de chuparse los dedos, ahora viene la poderosa luz de la sin par inteligencia de este cristiano Manu Levin —que vaya Alonso Quijano con sus fantásticas enajenaciones a los planetas más alejados del Universo, porque la enajenación del señor y muy principal caballero Manu le hace una aplastante sombra cuando nos dice: “Va a parecer un poco arrogante pero es que yo si lo sé compa —ellos son así de cercanos, de buen rollo, de coleguitas, de camaradas del movimiento sin meta ni fondo del 15 M—, yo si lo sé, porque nos han inoculado a todos ese rechazo visceral, y es que aunque tu me digas que eres un libre pensador, que las televisiones no te han metido nada en la cabeza, si ha sido así, y si no lo reconoces es que eres un arrogante, te han hecho la naranja mecánica”. Y todo esto lo dice como si nos estuviera dando a conocer  los desconocidos nexos que existe entre las leyes que rigen el mundo de las partículas sub atómicas con el mundo de los cuerpos celestes que conforman el vasto Universo.
Si no es gigante enajenación la de esta gente, que llegaron a la escena política borrachos y se van a ir más borrachos de lo que llegaron, que llegaron a este mundo emocionados y emocionando —emocionando a los enajenados como ellos—y se están marchando dando patadas en el suelo, que llegaron diciendo que eran una fuerza política transversal, ni de derechas ni de izquierdas, para marcharse diciendo que han sido el partido político de izquierda de mayor éxito en este país —a ellos decir España les pone peso en los cataplines, en los humildes, que también se dice—, la izquierda de mayor éxito después de acabada la dictadura de Franco. ¿Cómo un ser con dos de frente puede ser seguidor de estos líderes de dibujos animados? La naranja mecánica se la aplicaron ellos a una buena parte de población española —llegaron a tener cinco millones de votantes— le aplicaron la naranja mecánica con su presencia continuada en los medios de comunicación que ahora ellos critican.
¡Cuánta superficialidad la suya! Proclamas infantiles, donde no hay palabra pensada sino ruido: “los de arriba y los de abajo, la casta, la gente, las élites, una fuerza política que emociona, nosotras, nosotros, nosotres, LGTBI y griega, z, x y todas las letras del abecedario que les venga a sus cabezas, ¡si se puede!, Más Madrid, en Madrid, en España,  Más País —no dicen España porque temen que sus calzoncillos, bragas o tangas adquieran el color de la bandera española; la bandera bandera es la del orgullo gay, por esa bandera si es necesario se mata— lo verde, las energías renovables, las cloacas del Estado, el derecho de autodeterminación, en Europa, en el siglo XXI! Enajenación y superficialidad juntas, una unidad tan explosiva, como lo es la unión de la falta de aseo con abundante colonia de la que se vende en botellas de a litro. No fueron responsables cuando llegaron y menos responsables son ahora que se marchan, ahora que la sociedad los echa. Hablo de responsabilidad social ante la sociedad en su conjunto y ante la clase trabajadora, la clase de los trabajadores asalariados, la clase que sigue sometida a la dictadura de la clase capitalista, nada hizo Podemos en contra de esa férrea y explotadora dictadura. Podemos siempre ha levantado la bandera de antisistema, cuando Podemos ha sido y es el sistema.
Don Quijote se valió del polvo que levantaban los dos rebaños de ovejas y carneros que venían de frente para ahondar en su tendencia de loco de confundir deseo con realidad, necesitó creer que estaba ante dos poderosos ejércitos enemigos, uno dirigido por un cristiano y otro por un pagano que pretendía esposarse con la bella hija del rey cristiano.
No puso caso a las piedras que le llovían venidas de la mano de los pastores, tan ciego estaba que seguía dando gritos y retando a Alifanfarrón del Arremangado Brazo, un ser que solamente existía en su sesera; hasta que dos piedras oportunas lo hizo bajar de su muerto de hambre caballo Rocinante y de su imaginada y aguerrida batalla. Sancho Panza estuvo al principio tomando por seria verdad el desatino de don Quijote, hasta que ya le fue imposible seguir la senda de la locura de su amo, porque de lejos todo es abstracto y a lo abstracto es fácil atribuirle cualquier verdad que uno se invente, pero de cerca lo abstracto se rinde ante la verdad de lo concreto: no eran ejércitos los que venían al encuentro, sino que eran dos rebaños de ovejas y carneros. Pero cuando Sancho intentó en varias ocaciones señalarle la verdad al noble pero loco don Quijote, este le vino primero a decirle que el miedo le hacía ver lo que no era, y, cuando las peladillas y las almendras pusieron la realidad en su sitio, sacó don Quijote el argumento que los malignos espíritus enemigos suyos, para negar la honra y virtud de sus hazañas como caballero defensor de los desvalidos y menesterosos, tornaron a todos los hombres     que componían los dos ejércitos en ovejas y carneros; así de grande era la enajenación de Alonso Quijano, confundía deseo con realidad cuando la realidad quedaba lejos y seguía con la misma confusión cuando la realidad estaba absolutamente cerca, mantenía su enajenación tanto ante la realidad abstracta como ante la realidad concreta.
Que me perdone el señor caballero don Quijote, pero ha de saber que tiene espirituales herederos, los virreyes y virreinas de la pompa de jabón Podemos, siguiendo su senda  están a la vanguardia las enajenadas figuras visibles del movimiento sin fondo y sin destino al que le llaman Podemos; su nombre lo dice todo, un nombre que debía haber sido Queremos.
¿Qué poder social y político podía edificar una formación que nacía ya atomizada, que nacía ya preñada de complejos nacionales, que negaba  lo que es grande, España, y afirmaba lo que es mezquino, sus nacionalidades y sus partidos locales? Yo me sé la respuesta, ustedes se saben la respuesta, la corta historia de Podemos a dado a conocer esa respuesta, respuesta que los enajenados machos y machas alfas de Podemos se niegan a reconocer. Iban a tomar el cielo por asalto, decían; no tenían en su poder ni siquiera el suelo —los enajenados nunca tienen los pies en el suelo— y querían apoderarse del cielo; el cielo con nubes, relámpagos, truenos y tormentas se le vino de cuajo encima, sepultados quedaron. Ahora Rocinante, liberado de tan aplastante peso, aliviado, los mira, y, al parecer,  no hay Sancho Panza que venga a socorrerlos, y si hubiera por ahí perdido algún Sancho dispuesto a prestarle ayuda, pero llevando la verdad por delante, todos estos enajenados le dirían: “No tenemos la culpa de que nos hayamos caído de nuestro cadavérico caballo, han sido los poderes mediáticos y las élites los que nos han conducido a esta calamitosa situación, nuestras ideas son correctas y poderosas, por eso nos llamamos Podemos; nosotros hemos creado el no va más de la democracia de la participación directa, los círculos”. Y en oyendo tal majadería, no le quedará más opción a ese despistado Sancho que preguntarles: “y dónde andan los círculos que hace tiempo que no se sabe de ellos nada”, y los virreyes y virreinas le responderán, con arrogante pose, al estilo del híper vanidoso Pablo Iglesias: “se han fugado con los triángulos, se fueron con los triángulos más revoltosos y otras figuras de la geometría contrarrevolucionaria. Pero los círculos, la democracia, no es cosa para estar hablándola ahora, lo importante ahora son otras cosas. Has de saber amigo Sancho, compa, colega, camarada, camarada porque ahora hemos vuelto a ser comunistas, hemos vuelto a levantar el puño, has de saber que aunque tu estés convencido de que eres un espíritu libre, que no eres un espíritu gregario, que eres un espíritu con criterio propio, has de saber que andas muy mal encaminado, que esa creencia tuya  está muy lejos de ser cierta; aunque tú no lo creas te han lavado a conciencia la sesera; no niegues con la cabeza, no seas arrogante y reconoce que te han hecho la todopoderosa naranja mecánica; a ti, a nosotros no, obviamente, por eso es que somos y seguimos siendo Podemos”. Ese futuro Sancho, el que tuvo que soportar tan enajenada plática, si ustedes que me leen o me escuchan se toman la molestia de coger sitio en la máquina del tiempo, lo encontrarán en días venideros, en cualquier calle de cualquier ciudad del amplio mundo, lo encontrarán cantando una tonada de letra corta pero efectiva: si lo sé no vengo.
 

lunes, 19 de septiembre de 2022

Valor de Uso

Habla Karl Marx: “La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso o un bien. Pero esta utilidad no flota en el aire. Condicionada por las propiedades del cuerpo de la mercancía, no existe sin él. De ahí que el mismo cuerpo de la mercancía, como el hierro, el trigo, el diamante, etc., sea un valor de uso o un bien. Este carácter suyo no depende de que la apropiación de sus cualidades de uso cueste mucho o poco trabajo al hombre”.
Me encuentro una piedra en la playa y me la llevo a mi casa donde la uso en ocasiones como pisapapeles y en ocasiones como cascanueces. Esa doble utilidad hace de la piedra un valor de uso. La doble utilidad de la piedra proviene de dos propiedades suyas: peso y dureza. Si en lugar de la piedra tuviera un trozo de corcho de más o menos el mismo volumen, no me sería útil ni como pisapapeles ni como cascanueces, porque carece de las propiedades de peso y dureza. Recientemente me han regalado un cascanueces, un objeto que ha sido creado para el fin que su propio nombre indica, me dicen que el regalo tiene la finalidad de que yo abandone mi forma primitiva de romper nueces y pase a una forma más civilizada. La piedra que usé como cascanueces no contiene tiempo de trabajo alguno, por el contrario este civilizado cascanueces que ahora uso si contiene un determinado tiempo de trabajo, es producto del trabajo.
Cuando Marx dice “este carácter suyo…” se está refiriendo a que el cuerpo de la mercancía es un valor de uso o un bien, y afirma que el que esto sea así no depende de lo mucho o lo poco que cueste al hombre producir esa mercancía.
Para rematar este primer fragmento: un objeto que carece de utilidad no es un valor de uso. También podemos hablar de ser o no ser valor de uso de forma relativa. Por ejemplo, el trozo de corcho, por carecer de las propiedades peso y dureza, no es valor de uso como pisapapeles ni como cascanueces.
Vuelve a hablar Marx: “El valor de uso se realiza únicamente en el uso o el consumo”.
Entramos ahora en el concepto de realización. Aprovecharemos el momento para hablar también del concepto de objetivación. Me dispongo a crear un queque casero, confecciono su masa siendo fiel a la receta, meto en el horno el resultado, al poco tiempo me llaman por teléfono, me pongo con la persona que hizo la llamada a arreglar el mundo, él me dice que el mundo no tiene arreglo, yo le digo que el que no tiene arreglo es él que vive sometido a la dictadura de lo negativo, y de pronto, cuestionando mi memoria, aparece por mi nariz el olor a chamusquina, y salgo corriendo a salvar lo que ya no tiene salvación: el dichoso queque no subió lo suficiente y además se hizo casi carbón, así que al queque casero lo único que le quedó de casero fue que se hizo en casa. ¿Qué sucedió? Que mi trabajo de elaboración del queque no se objetivó, porque un queque casi aplastado y casi carbón no es un valor de uso. Como soy pertinaz lo intento otro día, el queque sale perfecto, tanto que tomo una foto de mi querida y difunta madre y ahí que me pongo ha hablar con ella y con arrogancia le digo que el alumno, su alumno, ha superado a la maestra, que mi queque ha superado al suyo; ella como no le gusta llevarme la contraria, no me niega la ilusión de subir al trono. Por la noche llegan a mi casa mi mujer y mi hijo —que es todavía niño— y de inmediato les hablo de mi auto laureado queque y les invito a que lo prueben, ellos me dicen gracias, pero que vienen de cenar  en casa de la abuela, donde comieron mucho, incluido dulces libaneses en el postre. Me quedo con la magua, pero me aguanto. Al día siguiente fuimos a visitar a unos amigos que habían organizado un asadero, comimos carne y más cosas, postres diversos, hasta que no quedó rincón libre en el estómago. Regresamos de noche a la casa, y como era de esperar lo menos que deseábamos era comer aunque solamente fueran unas migas del famoso queque. Al día siguiente partimos hacia el sur de la isla, una semana de vacaciones, después regresamos para conectar con más vacaciones en Italia. El asunto es que por una cosa o por otra el queque se fue quedando arrinconado, marginado, hasta que se estropeó, y ya no hubo manera de que alguien probara el endemoniado queque casero. ¿Qué sucedió? Que en esta ocasión mi trabajo se objetivó, el queque ni se aplastó ni se quemó, pero al no comerlo nadie, al no consumirlo nadie, no se realizó como valor de uso.
Toma de nuevo la palabra Marx: “Los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea su forma social”.
Hablamos de la riqueza, hablamos de su contenido y de su forma. El contenido material de la riqueza está constituido por los valores de uso, ya sea que la forma social de esta riqueza sea esclavista, feudal, capitalista o socialista. Me viene ahora a la cabeza el decir de personas que se presentan como comunistas y marxistas, cuando afirman, sin decir más nada, China es capitalista. Estas personas todo lo reducen a si la propiedad de las empresas en general es privada o es pública, y no ponen atención a la riqueza que en forma de edificaciones, puentes, redes de carreteras, trenes de alta velocidad, redes ferroviarias, grandes presas, centrales eléctricas, etc., que son todos valores de uso de consumo social y que constituyen parte del  contenido material de la riqueza de la República Popular China. Es solo un paréntesis.
Vuelve a hablar Marx: “Los valores de uso en la forma de sociedad que vamos a examinar —la sociedad capitalista— constituyen al mismo tiempo los portadores materiales del valor de cambio”.
Si cambio un kilo de harina por media docena de huevos, decimos que el valor de cambio de un kilo de harina es media docena de huevos. Si cambio x mercancía A por y mercancía B, digo que el valor de cambio de x mercancía A es y mercancía B. La mercancía B es un valor de uso,  este valor de uso es el portador material del valor de cambio de la mercancía A. En otro episodio hablaremos de cómo el valor de cambio aparece y de lo que el valor de cambio es. Surgirán entonces los conceptos de apariencia y esencia. Lo digo de paso, entre paréntesis, son multitud los que oponen apariencia a realidad, apariencia se opone a esencia, la realidad de una cosa es la unión de su apariencia con su esencia.
Por último, asociado con el concepto de valor de uso esta el de satisfacción de necesidades. El valor de uso, el cuerpo de la mercancía, es una cosa que por sus propiedades satisface necesidades; estas necesidades pueden ser tanto de índole material como espiritual.
 

lunes, 12 de septiembre de 2022

Milei y los objetos de Arte

A propósito de mi episodio titulado Milei y el vaso de agua unos de sus seguidores me cuenta lo siguiente: “Claro que el valor del trabajo es subjetivo. La compra de cualquier objeto de arte lo demuestra”. A cambio le ofrendo yo estas palabras: “Precisamente haré un episodio donde daré respuesta a tal afirmación. Un pequeño adelanto. El defecto de ese tipo de afirmaciones es que tienen como fundamento las apariencias de las cosas y no llegan nunca a la esencia de las mismas, llegar a la esencia partiendo de la apariencia es lo propio de la ciencia; la necesidad de la ciencia nace de que en la mayoría de las ocaciones la apariencia de una cosa, o fenómeno, no coincide con su esencia. Guiados por la apariencia diríamos que el Sol gira alrededor de la Tierra, porque todos vemos que el Sol aparece por el oriente y desaparece por el poniente, pero la esencia es que esa apariencia de movimiento es la forma de manifestación del movimiento de rotación de la Tierra, para el observador que se encuentra en su superficie”. En respuesta a mi ofrenda me da este caballero amigo una lección de pensar con tino y con fundamento, llenando de luz mi oscura y equivocada forma de pensar, sin pedirme nada a cambio, me dice: “Mezclas conceptos erróneamente. No es por la apariencia el valor que uno está dispuesto a pagar sino por el gusto o apreciación del mismo. Otro ejemplo —para sacar el arte— sería que yo fabrique un automóvil sin ser tan siquiera mecánico. Seguramente que el esfuerzo y trabajo que voy a poner en la fabricación serán enormes pero le aseguro que nadie estaría dispuesto a dar ni un centavo por mi producto. No importa cuánto trabajo yo haya realizado, mi automóvil no valdría ni siquiera el costo de los materiales utilizados”.
Voy con lo de la apariencia. ¿Cuándo he dicho yo que los objetos del trabajo valen según su apariencia? Nunca se me ha ocurrido a decir tremendo disparate; ni siquiera Alonso Quijano, en sus peores momentos de enajenación, se le ocurrió ese singular enredo,  tampoco salió de la boca del bueno de Sancho Panza tal desatinado pensamiento. ¿Qué cabeza puede confundir lo que es la unidad de contrarios apariencia y esencia —el como una cosa aparece y lo que una cosa cosa es— con la apariencia física de los objetos? Solamente puede ser una cabeza que es intelectualmente  casi ciega, que no ve ni de cerca ni de lejos, que tiene todas sus neuronas en permanente hibernación.
Ahora dice nuestro amigo que ha fabricado un coche sin ser ni siquiera mecánico, es decir que no sabe como se fabrica un coche, pero él, en su mundo mágico propio de la fantasía de Disney, ha fabricado un coche; en realidad ha fabricado un no coche, ha fabricado un no valor de uso, y la condición para que una mercancía pueda realizarse como tal, esto es, pueda venderse, es que primero sea valor de uso. Yo que no soy un relojero, me armo de ilusión y me pongo a construir un reloj, después de ni se sabe cuantos días de dedicación plena, obtengo como resultado una extraña cosa a la que yo llamo reloj, obtengo en realidad un no valor de uso, y si no hay valor de uso no hay mercancía posible, no hay realización de lo que no es. El gas que no es gas no puede hacer que una cocina encienda sus fogones.
Pero vamos a suponer, que nuestro amigo si sabe de construcción de coches, y con calma, con mucha calma, y con mucha fiesta de por medio, el solito fabrica un coche, vamos a decir en el plazo de un año, y se lo lleva al mercado, donde se encuentra con coches que se fabrican en 16 horas. Y como es de esperar todo el mundo de dios y del diablo compra los coches que se producen en el tiempo de 16 horas, al coche de fabricación de un año lo miran con el fin de que nuestro amigo no se sienta mal, sobre todo cuando este mi amigo ha descubierto en el lugar donde irá la futura matrícula de uno de los coches de los que se producen en 16 horas, un letrero pequeño que lleva algo escrito, se aproxima, se pone las gafas de ver de cerca, y lee: “Podría parecer que si el valor de una mercancía viene determinado por la cantidad de trabajo gastada en su producción, cuanto más holgazán y menos diestro sea un hombre, tanto más valiosa será su mercancía, puesto que más tiempo consume en su elaboración. Pero el trabajo que constituye la sustancia de los valores es trabajo humano igual, gasto de la misma fuerza de trabajo humana. La producción de una mercancía no necesita más que el tiempo de trabajo necesario por término medio, o socialmente necesario. Tiempo de trabajo socialmente necesario es el tiempo de trabajo requerido para representar cualquier valor de uso con las existentes condiciones de producción socialmente normales y el grado medio de la habilidad e intensidad de trabajo”. Firmado —acerca nuestro amigo más su cara al revelador letrero— Karl Marx. Por muy exquisito y minucioso que haya sido su trabajo, el tiempo empleado para su producción excede en demasía del tiempo de trabajo socialmente necesario, aunque ahora si ha producido un valor de uso, al no producirlo en el tiempo de trabajo socialmente necesario no le es posible realizar su automóvil como mercancía.
Para que quede claro, si después de un determinado tiempo de trabajo no consigo producir un valor de uso para otros, mi producto no puede realizarse como mercancía; pero si logro producir un valor de uso para otros pero en un tiempo de trabajo que excede del tiempo de trabajo socialmente necesario, mi producto tampoco puede realizarse como mercancía.
Axel Kaiser amigo de pensamiento y obra de Javier Milei también acude al precio de las obras de artes como demostración de que el valor de los productos del trabajo es subjetivo. Dice este hombre más o menos así: “Un avión Boeing 747, en el que se han empleado para su construcción un sinfín de horas de trabajo de la mano de un ejército de trabajadores tiene el mismo valor que un determinado cuadro de Paul Gauguin, por el que se ha llegado a pagar trescientos millones de dólares.” Lo dice como si estuviera anunciando los más recónditos secretos del mundo de las partículas sub atómicas; cuando lo cierto es que del mundo de la economía real —que es al mundo al que él está haciendo referencia— no está diciendo absolutamente nada.  Son muchas las cosas que se puede decir acerca de tan infantil y hueco planteamiento, algunas diremos ahora, otras serán para otro día.
Resulta escandalosa en extremo la conducta intelectual del caballero amigo Kaiser, cuando se atreve —la ignorancia es lo que tiene, siempre ha sido así y pensamiento no tiene de cambiar, se niega a dejar de ser tan osada—, cuando se atreve, digo, a enfrentar esa esquelética edificación intelectual suya con el  pensamiento ultra elaborado de Karl Marx gestado en el espacio de muchos años, donde se demuestra científicamente que el valor de las mercancías está determinado por el trabajo humano contenido en ellas, su magnitud  de valor está determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. También es un atrevimiento pensar que Marx no se hubiera planteado de forma crítica las ocurrencias de economía vulgar que salían al paso del pensamiento de Marx antes ya de la creación de su obra El Capital.
El tiempo y el espacio son magnitudes absolutas, me dice la práctica de la vida cotidiana, me dice la apariencia de las cosas, pero eso que yo sé de la vida cotidiana no es fruto de estudio alguno. Pero ahora viene Albert Einstein —después de muchos años de puro trabajo intelectual— y me habla, por ejemplo, de la relatividad del tiempo; sucede que para la persona que va en una nave que se mueve a una velocidad próxima a la velocidad de la luz, el tiempo transcurre más lento que para la persona que está aquí, en el suelo de nuestro planeta Tierra. Se da la paradoja que si de dos hermanos gemelos uno se que queda en la Tierra y el otro viaja a lugares lejanos del espacio en una nave que se mueve a una velocidad próxima a la de la luz, cuando éste regrese a la Tierra encontrará que su hermano gemelo es mucho mayor que él. Todo este saber, que tan abiertamente contradice el sentido común, el saber de la intuición, el saber que proviene del mundo de las apariencias, es fruto de un arduo estudio, estudio que siempre trae como resultado una oposición a lo que el consenso de la gran mayoría de los mortales tiene como infalible verdad. ¿Cuál es el defecto de la conducta intelectual del señor caballero Kaiser cuando se encuentra con el hecho de que por un cuadro de Paul Gauguin se ha pagado la misma cantidad de dinero que cuesta un avión Boeing 747? Que no somete a estudio el hecho, que no se atreve a ir más allá de las apariencias de las cosas, que no quiere plantearse lo que socialmente encierra ese hecho, que no quiere plantearse si ese hecho se da en la economía real, la economía productiva no especulativa, que no quiere someter su pensamiento a los dictados de la ciencia, la ciencia la actividad del pensamiento que partiendo de las apariencias de las cosas se mueve, se desarrolla, hasta alcanzar sus esencias. No es ciencia lo que guía el pensamiento del señor Kaiser, sino que es religión.
Dice Karl Marx: “Los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea su forma social”. Miremos por ejemplo a China, todo el mundo conoce el gigante desarrollo económico que en poco tiempo se ha producido en ese país, donde 700 millones de personas han salido de la pobreza. Recordemos: “Los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza”. Cuando vemos imágenes de la moderna China, en su existencia terrestre y en su existencia espacial, ¿qué encontramos en ellas, cuadros de pintores famosos —que hace ya una pléyade de años que no están físicamente entre nosotros— o vemos valores de uso, frutos de la economía productiva y no de la economía especulativa? Vemos valores de uso, vemos los frutos de la economía productiva, puentes, carreteras, aviones, trenes de alta velocidad, fábricas, modernas máquinas, robots, edificios, aeropuertos, vías de trenes, vías de metro, túneles, cohetes preparados para su lanzamiento, satélites, estaciones espaciales, y pare usted de contar. Pues bueno, que nos diga Kaiser, Milei y compañía en qué parte de esa economía productiva se cumple lo de que el valor de los productos del trabajo, el valor de las mercancías, es subjetivo; en ninguna parte amigos, eso existe solamente en el mundo ideal que ciegamente y de manera religiosa, no científica, han construido estos liberales de alma añeja en sus vacías y holgazanas cabecitas.
Cuando se hace referencia a la venta del cuadro en cuestión, se contempla el mismo como obra de arte, pero eso es lo formal, lo esencial es que ese objeto no está ahí como obra de arte sino que está como objeto de especulación, no es el pintor quien vende el cuadro es un especulador quien vende el cuadro a otro especulador, donde el vendedor gana lo que gana sin mediar trabajo alguno, lo que gana es pura renta, pura ganancia parasitaria. Paul Gauguin nació en 1848 y murió en 1903, cuando vendió su cuadro no lo vendió como objeto de especulación, y lo que ganó por el mismo está a años luz de esos descomunales 300 millones de dólares.
Nos preguntamos ahora: ¿qué número de la población mundial puede participar y participa en esa economía parasitaria, especulativa, no productiva? Según la revista Forbes en este año 2022 los multimillonarios del planeta son 2.668 personas. El 15 de Noviembre, que se encuentra a la vuelta de la esquina, la población mundial llegará a 8.000 millones de personas, así que esa ultra minoría de explotadores parásitos representa solamente 0,000033 % de la población mundial, lo que es manifestación de la cada vez más escandalosa desigualdad social que asola al mundo.
Resulta entonces que el ejemplo que se ha tomado  —el de la venta del referida cuadro— como solemne y aplastante demostración de que el valor de las mercancías, el valor de los productos del trabajo, es subjetivo queda totalmente fuera de la acción de casi el   100 % de la población mundial, y queda fuera también del 100% de la economía productiva.  De manera que la realidad nos señala que ese ejemplo es tan singular que queda fuera de la realidad social y económica de prácticamente el 100% de la población mundial; y qué ciencia puede permitirse el lujo, el ruidoso lujo, de establecer su verdad tomando como caso algo tan extremadamente excepcional, como es el acto de barbarie en el que un cuadro se vende en 300 millones de dólares, cuando la mitad de la población mundial está sumida en la extrema pobreza; en la ciencia —ciencia ficción— de los Milei, los Kaiser, y demás especímenes. El capitalismo de ciencia ficción es el capitalismo que solamente existe en idealistas cabezas.

domingo, 4 de septiembre de 2022

Milei y el vaso de agua


Lo peor del personaje de Javier Milei son los periodistas que, con apariencia de serios, sesudos y elevados sobre el bien y el mal, lo entrevistan, y que se tragan sin rechistar todo lo que por la boca de Milei sale en forma de pensamiento desordenado y hueco, la mayor parte de la veces. Le pregunta Milei a un periodista que lo entrevista: “Cuánto pagarías ahora por ese vaso de agua que tienes ahí en tu mesa? Nada —se responde el mismo—. ¿Pero cuánto pagarías por ese mismo vaso de agua si estuvieras en un desierto muerto de sed? Todo el dinero que en el bolsillo tengas —se vuelve a responder don Javier—. El periodista, entonces, pone cara de haber entendido en un santiamén las teorías de la Relatividad y de la Física Cuántica, las dos al mismo tiempo. Bobos que son, y no hay medicina que los libre de ser tan necios.
El ejemplo del vaso de agua, al que siempre acuden estos defensores de la explotación capitalista, se usa como una hueca e infantil demostración de que el valor de las mercancías es subjetivo, una demostración de que el valor de las mercancías no está determinado por el trabajo socialmente necesario contenido en las mismas. El ejemplo completo es el siguiente: “Vas por el desierto muerto de sed y te encuentras con alguien que lleva en una mano un diamante y en la otra una botellita de agua, ¿por cuál de las dos cosas estarías dispuesto a pagar más dinero? Por la botellita de agua, claro está —diría Milei sacando pecho, pensando que ha derrotado a Marx sin despeinarse, sin apenas gastar energía— ¡Victoria sobre el marxismo y el socialismo! —se escucha, con eco incluido, el grito silencioso que truena en el interior, lleno de callejones sin salida, del fanático Milei. No se les pasa por la cabeza a estos libertarios de tres al cuarto que esa aparente contradicción la tenía resuelta Marx, mucho antes de que se supiera que un día nacería en la Argentina del tango, de la zamba, de la chacarera, de la milonga y del verso un ser que no sería nunca sujeto de la historia de la economía política, que llevaría de nombre de guerra y de andar por casa Milei —Milei revolucionario le llaman los más fanáticos y los más bobos locos—
Le pregunto yo a esta gente ¿en que parte de la historia de la humanidad han encontrado, aunque sea en una sola ocasión, a un ser humano muerto de sed, extraviado en el desierto, que se tropieza con otro ser humano que lleva consigo un diamante y un vaso de agua? En ninguna parte; les respondo yo rápido por si es que se han quedado pensando. No se puede convertir en ley —el que el valor de las mercancías es subjetivo—tomando como punto de partida un ejemplo tan excepcional que ni siquiera se da en la realidad. No es ciencia lo que a esta gente guía, es creencia, es la religión del idealizado capitalismo, donde el dios de esa religión es el dinero, sobre todo del dinero que se acrecienta a partir de otro dinero. Estos enajenados seres piensan tan poco, son tan vulgares e infantiles en sus ocurrencias, que son incapaces de distinguir la apariencia de la esencia; dice Karl Marx que la ciencia existe porque en general la apariencia de las cosas no se corresponde con sus esencias. Si fueran seres de tiempos pretéritos quemarían en la hoguera a Copérnico, por afirmar —yendo en contra de la apariencia— que la Tierra era otro planeta más que giraba alrededor del Sol.
Precisamente porque en sus cabezas la ciencia no hace acto de presencia la mayoría de las veces, no distinguen en la mercancías la diferencia entre Valor de Uso y Valor. ¿Por qué se elige el agua en el lugar del diamante, por su valor o por su valor de uso? Se elige por su valor de uso. El diamante es un valor de uso como lo es el agua, pero el diamante carece de la utilidad de saciar la sed, por eso es que aunque el diamante tenga mucho más valor que la botellita de agua, se elige la botellita de agua, pero no se elige por su valor sino por su valor de uso. Si hubiera sucedido que la persona que estaba muerta de sed en el desierto tuviera en su poder un gran bidón todo de cristal repleto de agua, hubiera elegido el diamante, también por su valor de uso, porque el diamante tiene la utilidad de cortar el cristal. Con el diamante se hace un orificio en el bidón de cristal y se tiene agua para rato.
Solamente en el mundo de capitalismo ideal de los que piensan y respiran como Milei es aparentemente posible que un diamante tenga más valor que una botellita de agua, en el mundo del capitalismo real, del mundo mundo mundo, sea capitalista o no, el diamante tiene muchísimo más valor que la botellita de agua. Esta gente piensa así: dicen que han visto un burro con alas y volando, y le piden a uno que demuestre que los burros no vuelan.
Para acabar vuelvo al ejemplo del que tiene sed pero no tiene agua y —como, según Milei, el mercado impera en todas parte— el sediento dará todo el dinero que tiene al poseedor de la botellita de agua. ¿Dónde nos podemos encontrar situaciones en las que alguien anda por sitios donde el sol raja las piedras, sin ningún río a la vista, ni siquiera un pequeño manantial saliendo de alguna roca, con una cantimplora en la que hay hay más aire que agua? En las películas americanas del Oeste. Va un hombre subido a un caballo y tirando de otro, por el desierto de Arizona, unas pocas gotas de agua en su cantimplora, y a lo lejos parece divisar a un vaquero que cabalga raudo hacia él, hasta que por fin se encuentran, el vaquero tiene agua, le sobra agua, y le da agua al sediento, en ningún momento acontece que el vaquero le propone al sediento cambiar una determinada cantidad de agua por uno de sus caballos; tal cosa no sucedió nunca en ese estilo de cine, ni sucederá nunca. Así pues, ni siquiera en la ficción se cumple el que el valor de los productos del trabajo es relativo. Que vaya el amigo caballero Javier Milei a protestar a la industria del cine americano por no reflejar su verdad de mentira que tiene como base, como fundamento el ejemplo de bisutería de la botellita de agua y de su fiel compañero el diamante. 

jueves, 1 de septiembre de 2022

Milei y el capitalismo

 

A propósito de mi episodio titulado El mercado ideal y abstracto de Milei una persona me sale al paso diciéndome entre otras cosas la siguiente: “Menciona muchas veces al capitalismo y gracias a él ahora usted puede subir su vídeo a algo llamado YouTube, creado por una empresa del capitalismo que usted aborrece”. Así es el nivel de los seguidores de Javier Milei, natural, porque si tuvieran un nivel más alto, una cabeza mejor amueblada, una cabeza con capacidad para la crítica y con criterio propio no seguirían a Milei, ni aún estando borrachos. Pero no hay que pasar de largo, hay que quedarse y someter a crítica lo que este cristiano amigo  me dice con tanta afectación. Me propone aquí el amigo que yo pase frío, sed y hambre, dado que lo que uno come, bebe, viste, la casa donde uno vive, el coche con el que uno se mueve se producen en empresas capitalistas, como no puede ser de otra manera, puesto que el sistema que impera en el mundo es el sistema capitalista. Pero como resulta que yo soy crítico con la sociedad capitalista no tengo derecho a consumir lo que la sociedad capitalista produce, según el criterio de este recién conocido amigo. Siguiendo su lógica, las personas que fueron críticas con la sociedad feudal tampoco tenían derecho a consumir vestimenta, vivienda, alimentos, bebidas, que la sociedad feudal producía; lo mismo habría que aplicar a las personas que fueron críticas con la sociedad esclavista.
La esclavitud comenzó en EEUU en 1619, donde las personas negras fueron reducidas a mercancías, reducidas a cosas que se podían comprar y vender, y maltratar hasta la muerte, si es que ponían resistencia; personas que eran apresadas en la África Negra, muchas de las cuales ni si quiera llegaban a su destino, donde les esperaba la esclavitud para ellos y sus descendientes; en el largo viaje hacia a América muchos morían por enfermedad o por castigo de sus negreros. ¿Por qué se dio esa esclavitud en EEUU y no en Europa?, porque en EEUU todavía los que allí emigraban tenían la posibilidad de ser propietarios de lo que producían, porque la pequeña propiedad reinaba aún en ese país; pero en Europa la clase trabajadora ya había sido desposeída de los medios de producción con los que generaban sus medios de vida, la pequeña propiedad en el campo había sido sustituida por la gran propiedad que solamente podía ponerse en marcha mediante el trabajo asalariado. Así son las cosas, amigo mío, no hay capitalismo, sin trabajo asalariado, y sin trabajo asalariado los grandes terratenientes de EEUU tenían que acudir inevitablemente a la esclavitud para la realización de la gran producción de algodón; algodón que se vendía, por ejemplo, en el Reino Unido. El capitalismo desarrollado de EEUU no es independiente de todos los siglos de esclavismo que reinó en ese país, su presente es consecuencia de su pasado, el capitalismo desarrollado del país gringo ha dado por ejemplo la empresa YouTube, pero, ya digo, este capitalismo desarrollado tiene su pasado. La pregunta: ¿está mi amigo a favor de ese pasado, o está en contra? Si está en contra, es que es crítico con la historia del capitalismo, con su historia de explotación y violencia desmedida, con su historia de manos que chorrean sangre, con la historia del capitalismo de EEUU y del capitalismo en general, y siguiendo su lógica, no debería hacer acto de presencia en el espacio de comunicación de YouTube, no debería darle uso. Los defensores del capitalismo lo hacen siempre desde lo abstracto, y en lo abstracto poca verdad puede encontrarse, la verdad se encuentra solamente en lo concreto. Lo concreto es que el capitalismo tiene su historia, y en esa historia está la existencia por siglos de la esclavitud en EEUU y la existencia de la sobre explotación en pésimas condiciones de salubridad —cuando comenzó la industrialización de la producción en Europa— de hombres, mujeres y niños; a lo que hay que sumar la criminal rapiña que potencias económicas europeas llevaron a cabo en sus colonias, con la cruel explotación de sus poblaciones y la apropiación mediante el robo de sus riquezas.
Decir que YouTube es una empresa del capitalismo es quedarse en lo extremadamente abstracto, es quedarse lejos de la verdad. A propósito de lo abstracto, me viene a la memoria un documental americano que trataba del enigma de la construcción de las pirámides egipcias, y al referirse a las miles de personas que tuvieron que ser empleadas para su construcción, el documental los nombraba como trabajadores. Trabajadores es abstracto, la verdad no desarrollada, esclavos es lo concreto, personas que eran propiedad de otras personas, personas que no eran dueñas de sí mismas y mucho menos de lo que producían, esta es la verdad concreta, la verdad desarrollada. Seguimos. YouTube pertenece a Google, el número de empleados de Google es de sesenta mil, trabajo asalariado, producción social se llama eso, pero, además, qué sería de YouTube sin el concurso de los millones de personas que publican sus trabajos en ese espacio, la mayoría de los cuales sin ganar un sólo céntimo, esos millones de personas son un poder social que atrae a las empresas que en ese espacio se publicitan, son un poder social que genera una riqueza que no les pertenece, por eso es que YouTube es una empresa del capitalismo. La contradicción fundamental del capitalismo es la siguiente: toda la riqueza que se genera socialmente es apropiada individualmente, esta es la esencia de la propiedad privada capitalista.   
Por último, acerca de lo del aborrecer el capitalismo. El capitalismo, como el esclavismo y el feudalismo, no se pueden aborrecer ni dejar de aborrecer; todas son etapas necesarias del desarrollo de la humanidad, pero son necesarias hasta llegado un nivel determinado de desarrollo, después de lo cual dejan de ser necesarias y tienen que  ser superadas. La superación del capitalismo es el socialismo, y esa superación solamente puede darse mediante una transición donde el capitalismo y el socialismo conviven, y solo un desarrollo material muy elevado hará posible que esa transición desemboque en una dominación del socialismo sobre el capitalismo, de lo contrario lo único que se producirá será un socialismo de la pobreza que es, por ejemplo, el socialismo que impera en Cuba y que, a la vista está, anda muy lejos de ser una superación del capitalismo.

domingo, 28 de agosto de 2022

El coche que nadie compra

Martin Krause ideólogo capitalista de nacionalidad argentina, con el fin de demostrar que el valor de las mercancías no está determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, acude a una ilustración que reza más o menos así: “Estoy durante dos años fabricando un coche, lo tengo ahora fuera de mi casa, en la calle. Un vecino que por allí pasa se le queda mirando y yo le digo que si me lo quiere comprar y él me da una negativa diciéndome que para él ese auto no tiene valor alguno”. De ahí concluye el señor caballero Krause que el valor de las mercancías es subjetivo. Resulta escandaloso y decadente que alguien que es un enano intelectual comparado con el gigante Karl Marx, se enfrente a él desde la vulgaridad más completa, desde la ignorancia y enajenación más extremas, mediante el recurso de un ejemplo tan ramplón y tan pueril; así de pobre y escuálida es la industria intelectual de don Martin. Yo soy materialista y Hegel es idealista, si yo pretendo enfrentarme a Hegel tengo que acercarme a su nivel intelectual, si no, mejor que siga de largo, para no quedar con las posaderas al descubierto, a la vista de todo el mundo, a la vista de los amigos y de los enemigos. En el modo de pensar de Karl Marx hay siempre desarrollo de conceptos, hay juicios, concatenaciones, problemas teóricos que se resuelven por la vía del razonamiento del materialismo dialéctico; por el contrario en el modo de pensar de Martin Krause hay solamente un ejemplo de lo más vulgar y de lo más absurdo. Todos estos ideólogos del capitalismo siempre actúan de manera no científica dado que basan sus pueriles argumentos en ejemplos que no se dan nunca en el mundo real. Pero sea como sea, no voy a proceder yo como proceden muchas personas que se autodenominan marxistas, que a donde más lejos llegan es a la burla y a pasar tapándose los ojos y los oídos, yo voy a proceder elaborando una crítica a lo expuesto por el señor caballero Krause. Más marxista que Karl Marx no hay nadie, pues que hable el amigo Karl Marx: “Podría parecer —dice Marx— que si el valor de una mercancía viene determinado por la cantidad de trabajo gastada en su producción, cuanto más holgazán y menos diestro sea un hombre, tanto más valiosa será su mercancía, puesto que tanto más tiempo consume en su elaboración. El tiempo de trabajo con el que hay que contar es con el tiempo de trabajo socialmente necesario. El tiempo de trabajo socialmente necesario es el tiempo de trabajo requerido para representar cualquier valor de uso con las existentes condiciones de producción socialmente normales y el grado medio de habilidad e intensidad de trabajo.” Fin de la cita. Debemos preguntarnos: ¿Cuánto tiempo se tarda en fabricar un coche? Actualmente ese tiempo es de 16 horas, ese es el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de un coche; así que nuestro amigo Martin tiene que saber que los dos años de fabricación de su coche equivale únicamente al valor de 16 horas de trabajo. Tal cosa no es una decisión suya ni del posible comprador que encuentre, no es una cosa subjetiva, sino que es una cosa absolutamente objetiva. Esta gente procapitalista acude siempre a ejemplos que están fuera del mundo real, ejemplos que solamente pueden existir en sus mezquinas y enajenadas cabezas, y hablan siempre como si viviéramos en un mundo de productores individuales. El coche ideal del amigo Martin —que me perdone la confianza— es un coche de producción individual, pero cuando la producción era individual, hace ya siglos, no existían los coches, ni siquiera en las cabezas de los más agudos de los adivinadores del mundo futuro, los coches son de la época de la producción social. Así que para que el ejemplo del coche sea válido científicamente este ha de ser un coche producido socialmente. Resumiendo, el argumento del señor caballero Krause tiene dos fallas fundamentales. La primera es que su ejemplo no está sacado de la realidad sino que está sacado de su imaginación, la realidad es que los coches no son de producción individual sino que son de producción social. La segunda es que el tiempo de trabajo de producción de una mercancía no es cualquier tiempo de trabajo sino que es el tiempo de trabajo socialmente necesario, el cual está determinado por las condiciones socialmente normales y el grado medio de habilidad e intensidad de trabajo. Como el tiempo de trabajo para producir el coche de don Martin excede de una manera descomunal del tiempo socialmente necesario, no puede venderse, esto es, no puede realizarse como valor y al no realizase como valor tampoco puede realizarse como valor de uso. Nada hay de subjetivo en el mundo real de la economía, todo es objetivo, en el mundo del capitalismo ideal el valor es subjetivo. En el mundo ideal se sueña pero es en el mundo real donde se vive.

jueves, 25 de agosto de 2022

El mercado ideal y abstracto de Milei

Javier Milei es un economista y político argentino defensor del sistema capitalista a ultranza, que contempla el mercado como un dios todopoderoso capaz de darle al común de los mortales la libertad y la felicidad al mismo tiempo. En Argentina lo tienen de continuo, repitiendo el mismo discurso de capitalismo idealizado, en los medios de comunicación televisivos.
Una de las piedras angulares de su discurso es la siguiente: “El mercado es un proceso de interacción entre individuos buscando satisfacer sus propias necesidades mediante la satisfacción de las necesidades del prójimo”. El pensamiento de este hombre está dominado por la abstracto, como se ve en esta definición de mercado; dice Hegel que no es posible encontrar la verdad en lo abstracto, que la verdad solo se encuentra en lo concreto. A los defensores del capitalismo les viene bien no salirse de lo abstracto, porque en lo abstracto se puede mantener la apariencia de lo verdadero. Lo concreto es que el mundo es dominantemente capitalista y en este mundo de mercado capitalista el 82% de la población mundial vive con menos de 20 dólares al día, esto es con 600 dólares al mes, 7200 dólares al año, esto es, descarada y escandalosa pobreza. ¿Dónde está esta población pobre en el mercado ideal y mega abstracto del mago Milei? Y, sobre todo, ¿dónde está la satisfacción de sus necesidades? Busco en Las Palmas viviendas de alquiler de bajo coste y encuentro, por ejemplo, un apartamento de 42 m2 ¡con tres habitaciones! —a cualquier zulo le llaman habitación—, situado en el quinto pino, por 450 euros. ¿Cómo es posible satisfacer una necesidad tan básica como es la vivienda con un ingreso de 600 dólares al mes? En el mercado de Milei quien satisface verdaderamente sus necesidades, las básicas y las de lujo, son los miembros de la clase capitalista. El principal accionista de Inditex, Amancio Ortega, ingresó el año pasado 1293,6 millones de euros en dividendos, esto es, sin producir nada, pura renta, puro parasitismo. El mercado concreto, el mercado real y no ideal, consiste en que los miembros de la clase trabajadora, al carecer de los medios de producción con los que generar su medios de subsistencia, se ven obligados a ir al mercado a vender lo único que poseen: su fuerza de trabajo. La fuerza de trabajo es una mercancía cuyo valor de uso tiene la propiedad de generar plusvalía, plusvalía que se apropia la clase capitalista. Los 1293,6 millones de euros son plusvalía no producida por don Amancio sino producida por los trabajadores y trabajadoras de Inditex. Esta descomunal cantidad de riqueza ganada por un solo individuo es propiedad privada basada en el trabajo ajeno, propiedad privada de la que los defensores del capitalismo se niegan a hablar. Propiedad privada esta que tiene que ser superada por el socialismo, no de una manera política sino económica, pero no es tema de esta comunicación.
Por último, para señalar la bárbara injusticia social que reina en el mercado real capitalista —del que Milei y los que piensan y respiran como él se niegan a hablar— comparemos el ingreso anual de 7200 dólares con el ingreso anual de 1293,6 millones de euros, que equivale  a lo que ingresan179583 personas de las que están atrapadas en ese 82%. Esta barbarie es la que defienden, tengan conciencia de ello o no, los adoradores del sagrado mercado capitalista.

lunes, 22 de agosto de 2022

Javier Milei y el comercio de los órganos humanos

El economista y diputado nacional argentino de La Libertad Avanza, Javier Milei, dice: “La venta de órganos (del cuerpo humano) es un mercado más. Es una decisión del individuo. Es decir, ¿quién soy yo para meterme en la decisión de otra persona?, ¿en qué afectó la vida, la propiedad o la libertad de los demás? ¿Quién sos vos para determinar qué tiene que hacer él con su vida? Si es su vida, su cuerpo su propiedad.”
Este hombre habla para gente sin cabeza, carente de sensibilidad social, gente que es reflejo de lo que el mismo Milei es. En esta forma desordenada y tortuosa de comunicación, propia de Milei, se encierran muchas cosas que tienen que ser contempladas y criticadas. Milei afirma de forma recurrente que la propiedad primera es la de nuestro cuerpo.  Este señor diputado habla siempre de la propiedad en abstracto, una propiedad que es independiente de la forma socio-económica, modo de producción, en la que esa propiedad se da. En el modo de producción en el que puede hablarse de la propiedad del cuerpo humano es en el esclavista, donde los esclavos eran propiedad de sus amos y podían comprarse o venderse. Hablar de propiedad del cuerpo humano en el sistema capitalista es absolutamente un sinsentido.
También Milei nos tiene habituados a hablar de decisión individual; así, por ejemplo, afirma que los argentinos, entre el peso y el dólar, eligen el dólar. Esa elección es solamente una elección aparente, porque solamente se puede elegir entre iguales, si lo que a ti te gusta son las peras y no las manzanas, pero te dan a elegir entre una pera podrida y una manzana sana, tú elegirás la manzana, pero eso no es una elección, sino que es una imposición. Para que verdaderamente haya elección la manzana y la pera tienen que estar sanas. Dice don Javier: “Si para pagar la intervención quirúrgica que salva a mi hijo enfermo tengo que vender un órgano de mi cuerpo lo haré sin dudarlo, es mi decisión”. El mundo capitalista es un mundo dividido en clases, la clase capitalista nunca se verá en la tesitura de tomar esa “decisión”, solamente los pobres son los que, en el mundo paradisiaco de Milei, tienen que obligadamente tomar esa “decisión”.  Hay decisión cuando hay igualdad, cuando hay desigualdad solamente hay imposición. Le voy a contar a la estrella de rock Milei y a sus enajenados seguidores una historia verdadera, real y no ideal, de toma de “decisión”.
Aquí va la historia.  En Paraguay, lejos, muy lejos de Las Islas Canarias, un joven matrimonio con cuatro hijos, es visitado por la temida enfermedad del cáncer, que fue a parar al cuerpo del marido —la enfermedad, como la pobreza, está al asecho para todo el mundo, aunque vivimos pensando que todo eso es para los otros, y cuando nos alcanza, se le pregunta a Dios, el que es creyente, o a la Naturaleza, el que es ateo, por qué a mí—. Con el fin de pagar unas pocas sesiones de quimioterapia, la pareja se vio obligada a pedir un préstamo, hipotecando su casa. Por miedo a perder su propiedad, la mujer se vio obligada a emigrar a Canarias, con el fin de conseguir un trabajo y mandar dinero a su familia en Paraguay. ¡Cuán doloroso tiene que ser para una madre el tener que abandonar a sus hijos! Fin de la historia, de esta historia contada por mí, la historia de esa familia sigue, la historia de la lucha por la vida, de la lucha por no caer en la pobreza extrema.
Le tenemos que preguntar a Milei: ¿es una decisión hipotecar la casa, es una decisión emigrar y dejar atrás a los hijos? Es una imposición, resultado de la condición de clase, tenemos que responder por él, porque este hombre en su discurso de capitalismo abstracto e ideal se olvida de la realidad concreta de los humildes, se olvida siempre de la clase trabajadora, para ser más concreto. Milei, que tanto habla del respeto a la propiedad, no ve aquí que la propiedad de la vivienda —propiedad que es producto del trabajo propio y no del trabajo ajeno, como es la propiedad capitalista— se puede perder para defender la vida. Milei se llena siempre la boca con la proclama del derecho a la vida, el derecho a la vida de los que no han nacido aún, del derecho a la vida de los ya nacidos, como es el caso de este hombre que ha contraído cáncer,  a este insensible y burgués hombre le importa un bledo; Milei y todos los que piensan y respiran como él son unos falsos defensores de la vida; a no ser que esta gente piense que nacer para luego padecer hambre es el no va más de la realización del derecho a la vida; en el pasado año, 600 millones de personas padecían hambre en el amplio mundo, para ellos no hay propiedad, ni derecho a la vida, ni libertad. Libertad se opone a necesidad, el que padece hambre vive en el reino de la necesidad, el reino de la libertad no está a su alcance.
Estoy ahora mismo ante una foto que muestra con crudeza el mundo real del capitalismo, mundo al que Milei y sus enajenados seguidores se niegan en rotundo a asomarse, atrincherados en su ideal y abstracto mundo capitalista. Esta es la foto: En un centro infantil rural del pueblo Rampuria, en Rajastán, en la India, una hilera de niños descalzos, sucios y harapientos, sentados en el suelo, comen con las manos la escasa comida contenida en platos de hojalata. ¿Qué hay de el derecho a la vida para estos niños? ¿Qué hay de su derecho a la propiedad? ¿Qué hay de su libertad?
Para terminar, la propiedad, la realidad de la propiedad en el sistema capitalista no es la cosa abstracta de la que se alimenta el enajenado Milei, sino que es otra cosa bien diferente y bien concreta. La única propiedad con la que asiste al mercado los miembros de a clase trabajadora es la de su fuerza de trabajo, la que compran los miembros de la clase capitalista. Y la otra cosa importante de la propiedad en el modo de producción capitalista es que siendo la producción social, su apropiación es privada; la clase trabajadora no es propietaria de lo que produce.