Trabajos de Vicente Umpiérrez Sánchez sobre filosofía, social política, teoría musical crítica y poesía.
sábado, 8 de julio de 2017
La negación del Timple
Un día a un timplista se le ocurrió poner seis cuerdas al Timple y afinarlo igual que una Guitarra; el resultado: una guitarra truncada; todas sus posibilidades armónicas desaparecidas, el bajo desaparecido, la posibilidad de ejecución a varias voces desaparecida, la infinita riqueza tímbrica desaparecida. Primera negación del Timple. Otro día a otro timplista se le ocurrió lo del Timple Midi, para producir evidentemente sonidos distintos a los del Timple, cosa que se puede hacer de un modo infinitamente superior con una Guitarra Midi. Segunda negación del Timple. Todos los días aparece un nuevo Timplista que se limita a ejecutar una melodía y algunos rasgueos sobre un acompañamiento que musicalmente no dice nada, tanto que si el Timple deja de sonar el acompañamiento aburre hasta quienes lo están ejecutando. Saturación de música de dudosa valía artística; la gente se aburre y se cansa. Tercera negación del Timple. Los primeros en negar al Timple han sido, en la práctica, los propios timplistas, que se han ocupado más en darse a conocer que en conocer, conocer, digo, de manera seria y profunda el arte de la composición musical.
En una página de Facebook llamada Foro Timple aparece un texto de Benito Cabrera en referencia a mi artículo El culto al Timple. Comienzo con una de sus afirmaciones: “Se ha aprovechado del instrumento que denosta con tanta fruición para darse un poco de publicidad”. Denostar: “Injuriar a alguien de palabra”. Fruición: “Placer o gozo intenso que siente una persona al hacer algo”. De manera que yo he injuriado al Timple y, además, he sentido placer al hacerlo. Se pasó de frenada el amigo Benito. No me canso de repetirlo, yo no tengo nada en contra del Timple y, mucho menos, en contra de los timplistas. De lo que estoy en contra es de que, por ejmplo, se tenga al timple como un instrumento que se pueda comparar al Violín, porque si eso fuera posible, podríamos sustituir los violines de una orquesta sinfónica por timples; la cuadratura del círculo, el agua que no moja. Ya resulta bastante escandaloso que en el siglo XXI uno tenga que señalar y defender, ante músicos de titulación superior, esta verdad tan simple, tan inmediata y tan intuitiva. De lo que estoy en contra es de que toda esta gente, que tiene como instrumento de expresión musical el Timple, se niegue a bajar de las nubes y a reconocer el papel real del referido instrumento dentro del mundo de los instrumentos musicales más avanzados y desarrollados, los cuales han hecho posible la grandiosa música de los grandes maestros del arte musical. Estoy en contra de que los timplistas se nieguen a reconocer su verdadera estatura como músicos; el que es albañil que no pretenda presentarse como arquitecto. Estoy firmemente en contra de que la opinión del necio se intente comparar con el juicio del sabio. Estoy en contra que ante el disidente se reaccione desde la animalidad, desde el arrebato, con la pretensión, de manera fascista, de negar la libertad de expresión a la que todo el mundo tiene derecho.
Benito Cabrera intenta presentar el mundo al revés, cuando se refiere a que yo busco hacerme publicidad. El único que se ha aprovechado del Timple para darse publicidad, y ganar dinero con ello, es Benito Cabrera, que con un instrumento menor ha pisado los escenarios como si fuera un músico mayor. Todo el dinero que haya ganado Benito Cabrera como músico, bien ganado está, me alegro por él; pero es necesario mostrar la realidad tal cual es. Este músico se reconoce como un intérprete de la música popular, ¿Qué hace entonces subido al escenario con su Timple, acompañado por toda una Orquesta Sinfónica? ¿O es que ahora resulta que la música popular existe también en el ámbito de la Orquesta Sinfónica? Esta flagrante contradicción es consecuencia de querer pretender mostrarse como humilde. Lejos está Benito Cabrera de la humildad, lo suyo es la falsa modestia. El amigo Benito hace referencia a las veces que él se ha subido con su Timple al escenario con una Orquesta Sinfónica, y a que un compositor que pertenece a la Real Academia de las Bellas Artes de San Miguel, que fue presentado como miembro de la referida Academia por no sé qué musicóloga, ha creado una gran obra para Orquesta Sinfónica y Timple. La pompa. Qué le gusta a esta gente la pompa, el escaparate, las titulaciones, lo puramente externo. El que se componga una música para Timple y Orquesta Sinfónica no es nada más que la manifestación del nivel de decadencia a que se ha llegado en el terreno de la creación musical. Está determinado Benito Cabrera, y los que piensan y respiran como él, por la idea de que aquello que tiene el tamaño de lo grande, es en sí y de por sí bueno, verdadero; cuando en realidad lo que sucede en muchísimas ocasiones es que el arte musical mezquino, el arte banal y famélico, esconde sus defectos en el refugio de lo grande, en lo grande meramente cuantitativo. A propósito de que ya se haya dado en varias ocasiones esta unión del Timple con la Orquesta Sinfónica, dice el filósofo Nietzsche, en su aforismo Malos hábitos de razonamiento, lo siguiente.: “Una de las conclusiones erróneas más habituales en el hombre es esta: una cosa existe luego tiene una legitimidad, en este caso se infiere de la capacidad de existir, de la adaptación a un fin, su legitimidad”.
El verdadero creador, el que es poseedor de la capacidad de producir un pensamiento musical profundo, no se deja determinar por lo externo a la música, por el amor a un determinado instrumento étnico, a la hora de elegir la instrumentación para sus obras, ya que sabe de sobra que la profundidad del pensamiento musical no es independiente de las posibilidades artísticas de los instrumentos que se eligen. Toda la música que yo he creado está determinada por razones puramente musicales, y cuando creo música para percusión e instrumentos de cuerda y de viento étnicos, tengo claro que la instrumentación está poniendo límites a la profundidad de mi pensamiento musical. Nunca se me ha pasado por la cabeza intentar crear para un Balafón lo que solamente se puede crear para una Marimba. Todas estas acciones que llevan a poner, a intentar poner, al Timple, un instrumento arcaico, como un instrumento moderno y desarrollado, es sencillamente la manifestación de la ignorancia musical que habita en la cabeza de todos los que infructuosamente se empeñan en esa utopía, los cuales carecen de una verdadera formación musical (por muchos y diversos que sean los títulos que enarbolen) que determina su carencia absoluta de una educación artística del oído y, por tanto, su incapacidad para distinguir entre la música bien elaborada y la música mal elaborada, su incapacidad para distinguir entre el instrumento musical moderno y desarrollado del instrumento arcaico y mezquinamente desarrollado.
Como la práctica, junto al pensamiento lógico, es el más contundente criterio de la verdad, vayamos a la práctica. Una Guitarra y un Timple juntos: Arrorró del Sur.
¿Cuánto hay que estudiar, cuánto hay que saber, en materia de composición musical, digo, para crear esa música tan pobre, tan vacía? Toda esa música carece de elaboración, no es música pensada, lo que sería de esperar de un músico como Benito Cabrera que ha estudiado Contrapunto, Armonía, Formas Musicales,... todo lo contrario, es música compuesta penosamente de oreja. Me dice el amigo Benito que mi artículo El culto al Timple, está más escrito con el estómago que con el intelecto. Le pregunto yo: ¿Esta música en cuestión está hecha con el estómago o con el intelecto, o con el estómago en el intelecto? El intelecto, el saber musical, en esta música no aparece por ninguna parte. ¿Quién es entonces el que se aprovecha del Timple para hacerse publicidad, para ocupar, con una música tan mediocre, esa espectacular tribuna que es la Televisión? Yo le he dado clases de composición musical a mucha gente, y entre ellos a gente que se mueve en el terreno de la música popular, y a ninguno se le ha ocurrido traer a clase una música de tan bajo nivel como esa; todo aquel que ha intentado meter gato por liebre, esto es, meter música hecha de oído por música pensada, ha sido descubierto al instante. Simplemente mirando la partitura me doy cuenta rápidamente de si el alumno a metido la orejilla. Y siempre les digo lo mismo: ¿Qué sentido tiene estudiar Armonía, Contrapunto, Ritmo, Forma. Orquestación, Textura, Informática Musical aplicada a la composición, para luego componer música de oído? Esta flagrante contradicción, todos estos músicos diletantes no se la plantean nunca, prefieren seguir en lo diletante, esto es, en hacer sin saber hacer.
Dice Benito Cabrera: “De momento, la mayoría de los timplistas (empezando por mí) somos intérpretes de música popular. Elaborada, traída al siglo XXI, agradable y a veces sorprendente, pero no somos “concertistas”, ni maestros, ni compositores”. Confunde Benito Cabrera el hecho de que una música exista en este siglo, con que sea verdaderamente de este siglo. Esta música, Arrorró del Sur, en cuanto a elaboración compositiva, está por detrás de la música del siglo XV. Este músico, y los que piensan y respiran como él, actúan en la música, como si el arte musical careciera de historia, y ni siquiera se les pasa por la cabeza la necesidad de tener que estudiar los procedimientos de composición conquistados hace ya muchos siglos en la historia de la música. La música en cuestión es homofónica, dicho de modo general: melodía (Discanto) más Acompañamiento. El primer fallo que tiene esta homofonía, que se presenta en Arrorró del Sur y en toda la música para Timple que yo he escuchado, es que el Acompañamiento está casi totalmente separado del Discanto, la única unión, débil unión, que tienen ambos es que los acordes acompañantes y la melodía están en la misma tonalidad y modalidad. El acompañamiento por sí solo no se sostiene, se quita la presencia del Discanto (que ejecuta el Timple) y se murió la música. El Acompañamiento está totalmente carente de elaboración en la Forma, carente de elaboración en la Conducción de las Voces, carente de elaboración en la Textura. Es por esa razón que este acompañamiento está muy lejos de ser autónomo, muy lejos de ser autosuficiente, de tener valor artístico por sí solo. Por otro lado la elaboración contrapuntística del armazón a dos voces, que forman el Discanto y el Bajo del Acompañamiento, no existe. Tampoco tiene elaboración contrapuntística las voces interiores que quedan entre el Discanto y el Bajo. Tampoco se ha cuidado que las partes, voces, interiores del Acompañamiento no entren en contradicción con el Discanto. Si pedimos la partitura de este conjunto instrumental que interpreta Arrorró del Sur, nos van a decir que no existe. Eso tiene la música compuesta de oído, compuesta con el “corazón”, con el estómago, que viene de poner dedos en los instrumentos, en lugar de poner pensamiento musical en el papel pautado. En la imagen (al hacer clic en ella aparece en formato grande) se muestra una obra musical de textura Homofónica: dos voces más acompañamiento. Está compuesta en el siglo XVII, y lo que en la obra musical del siglo XXI que estoy criticando son defectos, en esta obra del siglo XVII son virtudes. Les pregunto a estos músicos que se empeñan en afirmar que yo estoy en contra del Timple y de los timplistas: ¿están capacitados para analizar (explicar y no describir) está obra musical del siglo XVI?, y, lo que es más importante, ¿están capacitados para producir una música que esté a su nivel de elaboración, en lo que a Organización Tonal y a la Forma se refiere? Estos músicos, que tanto se alborotan con mi pensamiento crítico, no solamente se apegan a lo arcaico en lo instrumental, sino, lo que es peor, se apegan a lo arcaico en la composición musical, dado que sus creaciones surgen totalmente a espaldas de la historia de la música, sin tener presente lo ya conquistado en la larga historia de la composición musical. Este mezquino saber musical, que asola las cabezas de estos músicos, es lo que les empuja a afirmar, sin explicar cómo, que un día el Timple podrá compararse con el Arpa. Esta afirmación es producto de una creencia y no de la ciencia, la ciencia de la Orquestación, por medio de la cual se aprende a conocer las posibilidades y límites de los instrumentos individuales y de los instrumentos en combinación. La ignorancia es así, desconoce la prudencia, desconoce sus límites, y es por ello que está plenamente convencida de que la creencia se puede oponer a la ciencia. Para llegar a una determinada afirmación basada en la creencia no se precisa esfuerzo intelectual alguno, pero para llegar a una determinada afirmación basada en la ciencia se precisa un esfuerzo intelectual muy grande, el cual proviene de la acumulación de saber musical producido en el transcurso de muchos años de sacrificado estudio. Al pensamiento irracional, que se basa en la extrema ignorancia musical, es imposible oponerle un pensamiento racional. Aunque yo lo siga intentando una y otra vez. Aquel que diga que llegará un día en que la ciencia avance tanto, que será posible la cuadratura del círculo y el triángulo de cuatro lados, que lo demuestre. ¿Por qué Benito Cabrera no deja de hablar de forma abstracta y explica de manera concreta las razones que ha llevado a que, todavía el Timple no pueda compararse con el Arpa, habiendo tantos timplistas en esta tierra, a cual más osado? ¿Cuántos años más estima él que harán falta todavía para que el Timple definitivamente se ponga a la altura del Arpa? Cuando uno se atreve a realizar afirmaciones sin haberlas razonado minuciosamente, surgen inevitablemente preguntas venidas del pensamiento lógico y de la práctica, las cuales finalmente se quedan sin respuesta.
Pretende mostrarse como humilde Benito Cabrera cuando dice que no es maestro, ni es compositor; falsa humildad, teórica humildad. Maestro no es, cierto, pero compositor claro que si es, y su humildad sería verdadera si se atreviera a reconocer dos cosas: que es compositor y que es mal compositor. A reconocer también que, por falta de preparación, no puede ir más allá de la composición de una simple melodía y que no está musicalmente capacitado para crear un sencillo y elaborado acompañamiento. Sería más verdaderamente humilde aún, si hubiera mantenido sus composiciones sin publicar, hasta no conseguir un verdadero y elaborado producto artístico. La humildad no proviene de un acto voluntarista, sino que proviene de la sabiduría. Cuando Benito Cabrera se decida a estudiar con sacrificio y sin descanso, de noche y de día, cuando, alejado de los escenarios, de la popularidad y del éxito, aprenda a hacer composiciones en silencio, que tienen como inevitable destino la papelera, porque sólo existen como pasos previos para alcanzar la maestría, entonces, y solo entonces, alcanzará la sabiduría y, en consecuencia, la humildad, no la humildad ideal, la que no cuestiona el verdadero ser de uno, si no la humildad real, la que cuestiona nuestro verdadero ser incesantemente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario