El economista y diputado nacional argentino de La Libertad Avanza, Javier Milei, dice: “La venta de órganos (del cuerpo humano) es un mercado más. Es una decisión del individuo. Es decir, ¿quién soy yo para meterme en la decisión de otra persona?, ¿en qué afectó la vida, la propiedad o la libertad de los demás? ¿Quién sos vos para determinar qué tiene que hacer él con su vida? Si es su vida, su cuerpo su propiedad.”
Este hombre habla para gente sin cabeza, carente de sensibilidad social, gente que es reflejo de lo que el mismo Milei es. En esta forma desordenada y tortuosa de comunicación, propia de Milei, se encierran muchas cosas que tienen que ser contempladas y criticadas. Milei afirma de forma recurrente que la propiedad primera es la de nuestro cuerpo. Este señor diputado habla siempre de la propiedad en abstracto, una propiedad que es independiente de la forma socio-económica, modo de producción, en la que esa propiedad se da. En el modo de producción en el que puede hablarse de la propiedad del cuerpo humano es en el esclavista, donde los esclavos eran propiedad de sus amos y podían comprarse o venderse. Hablar de propiedad del cuerpo humano en el sistema capitalista es absolutamente un sinsentido.
También Milei nos tiene habituados a hablar de decisión individual; así, por ejemplo, afirma que los argentinos, entre el peso y el dólar, eligen el dólar. Esa elección es solamente una elección aparente, porque solamente se puede elegir entre iguales, si lo que a ti te gusta son las peras y no las manzanas, pero te dan a elegir entre una pera podrida y una manzana sana, tú elegirás la manzana, pero eso no es una elección, sino que es una imposición. Para que verdaderamente haya elección la manzana y la pera tienen que estar sanas. Dice don Javier: “Si para pagar la intervención quirúrgica que salva a mi hijo enfermo tengo que vender un órgano de mi cuerpo lo haré sin dudarlo, es mi decisión”. El mundo capitalista es un mundo dividido en clases, la clase capitalista nunca se verá en la tesitura de tomar esa “decisión”, solamente los pobres son los que, en el mundo paradisiaco de Milei, tienen que obligadamente tomar esa “decisión”. Hay decisión cuando hay igualdad, cuando hay desigualdad solamente hay imposición. Le voy a contar a la estrella de rock Milei y a sus enajenados seguidores una historia verdadera, real y no ideal, de toma de “decisión”.
Aquí va la historia. En Paraguay, lejos, muy lejos de Las Islas Canarias, un joven matrimonio con cuatro hijos, es visitado por la temida enfermedad del cáncer, que fue a parar al cuerpo del marido —la enfermedad, como la pobreza, está al asecho para todo el mundo, aunque vivimos pensando que todo eso es para los otros, y cuando nos alcanza, se le pregunta a Dios, el que es creyente, o a la Naturaleza, el que es ateo, por qué a mí—. Con el fin de pagar unas pocas sesiones de quimioterapia, la pareja se vio obligada a pedir un préstamo, hipotecando su casa. Por miedo a perder su propiedad, la mujer se vio obligada a emigrar a Canarias, con el fin de conseguir un trabajo y mandar dinero a su familia en Paraguay. ¡Cuán doloroso tiene que ser para una madre el tener que abandonar a sus hijos! Fin de la historia, de esta historia contada por mí, la historia de esa familia sigue, la historia de la lucha por la vida, de la lucha por no caer en la pobreza extrema.
Le tenemos que preguntar a Milei: ¿es una decisión hipotecar la casa, es una decisión emigrar y dejar atrás a los hijos? Es una imposición, resultado de la condición de clase, tenemos que responder por él, porque este hombre en su discurso de capitalismo abstracto e ideal se olvida de la realidad concreta de los humildes, se olvida siempre de la clase trabajadora, para ser más concreto. Milei, que tanto habla del respeto a la propiedad, no ve aquí que la propiedad de la vivienda —propiedad que es producto del trabajo propio y no del trabajo ajeno, como es la propiedad capitalista— se puede perder para defender la vida. Milei se llena siempre la boca con la proclama del derecho a la vida, el derecho a la vida de los que no han nacido aún, del derecho a la vida de los ya nacidos, como es el caso de este hombre que ha contraído cáncer, a este insensible y burgués hombre le importa un bledo; Milei y todos los que piensan y respiran como él son unos falsos defensores de la vida; a no ser que esta gente piense que nacer para luego padecer hambre es el no va más de la realización del derecho a la vida; en el pasado año, 600 millones de personas padecían hambre en el amplio mundo, para ellos no hay propiedad, ni derecho a la vida, ni libertad. Libertad se opone a necesidad, el que padece hambre vive en el reino de la necesidad, el reino de la libertad no está a su alcance.
Estoy ahora mismo ante una foto que muestra con crudeza el mundo real del capitalismo, mundo al que Milei y sus enajenados seguidores se niegan en rotundo a asomarse, atrincherados en su ideal y abstracto mundo capitalista. Esta es la foto: En un centro infantil rural del pueblo Rampuria, en Rajastán, en la India, una hilera de niños descalzos, sucios y harapientos, sentados en el suelo, comen con las manos la escasa comida contenida en platos de hojalata. ¿Qué hay de el derecho a la vida para estos niños? ¿Qué hay de su derecho a la propiedad? ¿Qué hay de su libertad?
Para terminar, la propiedad, la realidad de la propiedad en el sistema capitalista no es la cosa abstracta de la que se alimenta el enajenado Milei, sino que es otra cosa bien diferente y bien concreta. La única propiedad con la que asiste al mercado los miembros de a clase trabajadora es la de su fuerza de trabajo, la que compran los miembros de la clase capitalista. Y la otra cosa importante de la propiedad en el modo de producción capitalista es que siendo la producción social, su apropiación es privada; la clase trabajadora no es propietaria de lo que produce.
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