Trabajos de Vicente Umpiérrez Sánchez sobre filosofía, social política, teoría musical crítica y poesía.
sábado, 2 de julio de 2016
En posesión de la verdad absoluta
Está la ignorancia sin querer y está la ignorancia queriendo. La ignorancia sin querer es la inevitable ignorancia del que, por ejemplo, se levanta antes del alba a cultivar la tierra; la ignorancia queriendo es la que tiene, por decisión propia, aquél que estudió una vez para sacar un título y ya no volvió a estudiar nunca más; de esta ignorancia queriendo emerge el cristiano caballero que levanta su reinado de artista en base a la ignorancia ajena, es el rey tuerto en el país de los ciegos. Transita aparentemente seguro por la vida, hasta que se topa con alguien que no es ciego, que ni siquiera es tuerto, que ve perfectamente por los dos ojos, de cerca y de lejos; comienza entonces a desmoronarse su ficticia seguridad, viendo peligrar su frágil reino. Cuando el no ciego hace una crítica de una obra musical del rey tuerto, comienza la reacción de él y de los de su tropa, no una reacción de la razón, sino una reacción de la pasión, la pasión de los bajos instintos. En esa reacción, la boca del rey tuerto, animado por su tropa, dispara la manida sentencia: “Tú te crees en posesión de la verdad absoluta”.
Cuando alguien hace referencia a la verdad absoluta, se ha metido imprudentemente en el terreno de la filosofía, y es que la gran mayoría se cree, sin que medie estudio alguno, con el derecho a filosofar.
Si yo afirmo, por ejemplo, que es falso que en el compás ternario sea la primera parte la que está acentuada, apoyado en el criterio de verdad de la práctica y en el pensamiento lógico, todos los sujetos activos defensores del sistema de educación musical dominante se lanzan en contra mía, oponiendo la creencia a la ciencia, y me gritan que si yo me creo en posesión de la verdad absoluta. Lo absoluto es que se ha establecido para todo el mundo que la primera parte de un compás ternario está acentuada, sin mediar demostración alguna, es una verdad religiosa, es la verdad por consenso, que está extendida en el espacio y en el tiempo. Ese absolutismo de esa verdad religiosa se impone una y otra vez a la verdad que proviene de la demostración mediante la práctica, de la demostración mediante el pensamiento lógico. De manera que los que se creen en posición de la verdad absoluta son los sujetos activos del sistema de educación musical dominante, del que forma parte el rey tuerto y los de su tropa, porque el saber musical de los reyes tuertos (son unos cuantos) está plagado de verdades religiosas, que se imponen de forma absoluta a la razón y a la ciencia.
Hubo un tiempo en que existía como verdad absoluta el que el Sol giraba alrededor de la Tierra; llegó Galileo y se opuso, mediante el saber científico, a ese verdad absoluta. Vino entonces la reacción, y lo declararon hereje, y le desprendieron de su libertad. Es de esta manera como la verdad religiosa se opone a la verdad científica, negando por medio de la fuerza y de manera absoluta la verdad que proviene de la ciencia. Si yo les preguntara a todos estos que defienden de forma absoluta las verdades religiosas dentro del saber musical, si ellos están de parte de Galileo o están de parte de la Inquisición, sabemos ya cual sería su respuesta, que están de parte de Galileo. Lo están ahora, después de más de cuatro siglos, pero en aquella época estuvieron de parte de la Inquisición, en defensa del absolutismo de la verdad religiosa, de la verdad por consenso, y en contra de la verdad científica, a la que acusaron, sin piedad alguna, de herejía.
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