martes, 4 de mayo de 2021

Trabajadores ricos, capitalistas pobres

En relación a mi artículo “Podemos contra Vox”, Roberto Vaquero manifiesta lo siguiente: “Me ha gustado, solo hay una cosa que no comparto, la pertenencia a la clase obrera o la burguesa está marcada por la posición que se ocupa en los medios de producción. Messi no es un burgués por cobrar mucho del Barcelona, lo es porque además es un empresario”
En España una empresa pequeña con una plantilla de entre 19 y 49 trabajadores suele facturar al año menos de dos millones de euros. Tal riqueza es creada por el conjunto de esos trabajadores, de esa riqueza el empresario se apropia una parte; supongamos que se apropia de un millón de euros, comparemos esa cantidad con lo que ganará Messi a lo largo de cuatro años, 139 millones de euros por año. 139 años necesita ese empresario para ganar lo que Messi en un año. Según Roberto Vaquero, nuestro empresario es un capitalista y nuestro futbolista un trabajador. Rara contradicción que nuestro Roberto Vaquero para nada se plantea, y si no se plantea la contradicción, mucho menos se planteará la búsqueda de la explicación de esa contradicción. Son legión los marxistas que conciben el mundo capitalista actual, como si fuera el mundo capitalista de la Europa de Marx o el de la Rusia de Lenin. El mundo capitalista actual es exageradamente más complejo de lo que era en esas épocas, y las formas de apropiación de trabajo ajeno, las formas de apropiación de plusvalía, se han multiplicado sobremanera. Frente a un mundo tan complejo no sirven para nada los conceptos petrificados —que es lo propio del modo de pensar metafísico—, conceptos que no se muevan con el mundo. Una de las esencias del capitalismo es la propiedad privada, pero no la propiedad privada en general, sino la propiedad privada basada en la apropiación del producto del trabajo ajeno. Si en un año de trabajo ese conjunto de trabajadores ha generado una riqueza de dos millones de euros y la ponemos frente a la riqueza de 139 millones ganados por Messi en un año, es fácil comprobar que Messi se ha apropiado de una riqueza 137 millones de euros por encima de la riqueza producida por esos trabajadores.
¿Qué es el dinero? Es el valor de las mercancías expresado en forma de papel moneda y no en forma de valor de uso. Para descubrir el hecho de apropiación de trabajo ajeno por parte de los millonarios “trabajadores” del fútbol es completamente necesario que el dinero sea traducido, al menos mentalmente, a valores de uso. Dice Marx que los valores de usos constituyen el contenido material de la riqueza. Una vivienda media en España de 50 metros cuadrados cuesta unos 90.000 euros; los 139 millones de euros ganados por Messi en un año son igual a 1.544 de esas viviendas. Si somos verdaderos comunistas tendremos que denunciar a los cuatro vientos que la desigualdad social entre nuestro empresario y su empleados es infinitamente menor que la que existe entre Messi y esos trabajadores, una desigualdad descomunal, escandalosa y criminal. Y si somos verdaderos marxistas tendremos que defender científicamente la ley del valor descubierta por Marx, que nos dice que el valor de una mercancía, esté en forma de valor de uso o en forma de dinero, es igual al tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. De acuerdo con esta ley del valor no podemos admitir entonces como verdadero que un año de trabajo de Messi sea equivalente al trabajo de multitud trabajadores que producen, en un año, 1.544 de las referidas viviendas. Un intercambio desigual —1.544 viviendas por un año de trabajo futbolero— es la base material para la apropiación de trabajo ajeno por parte de Messi.
Roberto Vaquero, al igual que muchos marxistas que no tienen sus cabezas en la época en la que vivimos, está, sin tener conciencia de ello, a favor de una injusticia social tan brutal y criminal como la que aquí se describe y a favor de los defensores del capitalismo que se han negado ha reconocer durante siglos que el valor de una mercancía, se encuentre en forma de valor de uso o  en forma de dinero, está determinado por la cantidad de trabajo social medio que se necesita para su producción.
El mundo que hay que transformar es el actual mundo y no el que existió hace ya más de un siglo. Pero para transformarlo hay que conocerlo a fondo, y para ello no hay mejor herramienta que la que nos ofrece la obra teórica de Marx. Para hacernos con esa producción teórica no vale con la mera lectura, sino que es absolutamente necesario el reiterado estudio; y no vale tampoco el marxismo sin filosofía, porque el marxismo sin filosofía, filosofía materialista y dialéctica, ya no es marxismo sino religión. El diablo anda suelto —sea uno creyente o no— y apenas uno se descuida está defendiendo los intereses del enemigo. Interés del enemigo es hacernos creer que lo que un futbolista gana lo genera él, hacernos creer que Messi con su trabajo en un año crea una riqueza equivalente a un millón quinientas cincuenta mil de las referidas viviendas. Interés del enemigo es hacernos creer que es justo que los futbolistas estrellas ganen lo que ganan al tiempo que más de la mitad de la población a nivel mundial viva con menos de cinco dólares al día. Que se prolongue un años más el famoso virus y con él las medidas restrictivas para la asistencia a los estadios, y que las empresas comiencen a cerrar y que aumente el paro, y que los trabajadores tengan que elegir entre comer o pagar el fútbol para verlo por televisión; el fútbol se viene a pique y con él se viene a pique también la posibilidad de apropiación de trabajo ajeno por parte de los futbolistas estrellas.
Toda la riqueza que se produce en el mundo capitalista desarrollado es social, da igual que esta riqueza exista en forma de dinero o en forma de valor de uso; pero la apropiación de esa riqueza es privada, que es la contradicción esencial de la sociedad capitalista; y lo que hay que aprender de una vez por todas es que las formas de apropiación de esa riqueza social creada por el conjunto de la clase trabajadora, y no por los trabajadores particulares de esta o aquella empresa particular, es apropiada de las formas más diversas por la clase capitalista. Una suma de dinero que sobrepasa una determinada cantidad se convierte de inmediato en capital, se convierte de inmediato en un medio de apropiación de trabajo ajeno. Si por mi arte, mañana me dan un premio de un millón de euros, me están dando la posibilidad real de apropiación de trabajo ajeno. ¿Qué es el interés? La apropiación de trabajo ajeno. ¿O es que estamos de acuerdo  con la ideología capitalista que nos dice que el dinero proviene del dinero?
¿Cuándo se hace realmente y materialmente posible la superación de una sociedad dividida en clases? Cuando la clase dominante comienza a ser superflua y a la par se vuelve parasitaria. ¿Qué son los millonarios, sean chicos o grandes, sean futbolistas o especuladores financieros, sino unos parásitos? ¿Qué hacen los directivos —que por lo que cobran, también pertenecen a la clase capitalista— de las grandes corporaciones? En lugar de invertir en la producción invierten en la compra de acciones de la misma empresa, con el fin de revalorizar  dichas acciones y así aumentar su riqueza personal. Esa es la tendencia, no invertir para producir, sino invertir para parasitar. Esa es la realidad del capitalismo de los países desarrollados.
Cuando un millonario como Messi compra, por ejemplo, deuda pública de su propio país, Argentina, ¿qué está haciendo realmente? Apropiarse de una parte de lo producido por la clase trabajadora Argentina, por medio de los impuestos y de los recortes de prestaciones en sanidad y educación a los que los trabajadores están sometidos. Y cuando peligra la inversión de los tenedores de bonos, viene el Fondo Monetario Internacional ha dar un préstamo al gobierno; préstamo que se usa para pagar a estos tenedores de bonos y no para la construcción de carreteras, para la creación de industrias, para la creación de colegios y universidades, para la creación de centros sanitarios y hospitales.  
El verdadero poder con el que la clase trabajadora se enfrenta a nivel mundial es con el poder de la oligarquía financiera, que está continuamente —sin producir absolutamente nada, ni como trabajador ni como empresario— apropiándose de trabajo social.
La pertenencia a la clase burguesa no está determinada “por la posición que se ocupa en los medios de producción” —proposición bastante oscura y superficial, por cierto—, sino que está determinada por quién es el sujeto económico que se apropia de la riqueza que es producida socialmente. Esta riqueza no es apropiada por la sociedad, esto es, por quien la produce, sino que es apropiada de forma privada por parte de una minoría, la que constituye la clase capitalista. Un futbolista estrella se apropia de más riqueza social, con escandalosa diferencia, de lo que se apropia cualquier mediano o pequeño empresario.
Si uno se equivoca  de blanco y dispara al blanco que no es, termina perdiendo la batalla y la guerra, y, de ese modo, lo único que se consigue es que este capitalismo decadente, explotador y parasitario se perpetúe. ¡Qué Dios nos coja confesados!
Para terminar. Dice Karl Marx en su obra El Capital: “El capitalista que produce plusvalía, es decir, que succiona directamente trabajo no retribuido de los obreros y lo fija en mercancías, es el primero en apropiarse esta plusvalía, pero no es el último propietario de ella. Después tiene que repartirla con capitalistas que desempeñan otras funciones en el conjunto de la producción social. La plusvalía se divide en diferentes partes . Sus fracciones corresponden a diferentes categorías de personas y revisten formas diversas, independientes unas de otras, tales como ganancia, interés, beneficio comercial, renta del suelo, etc. Son formas transfiguradas de la plusvalía”.
¿Quien falta en este reparto de la plusvalía generada por la clase trabajadora y que es omnipresente en el capitalismo desarrollado y complejo del mundo actual? La publicidad. ¿Cuál es el medio más poderoso para la realización de la publicidad? La televisión. ¿Qué hizo la clase capitalista? Transformar en mercancía lo que anteriormente no era mercancía: el ver por televisión un partido de fútbol. La exorbitante ganancia de Messi proviene de una parte de la plusvalía que se le succiona a la clase trabajadora. La riqueza social de la que se apropia Messi en cantidad descomunal y criminal, es una forma transfigurada de la plusvalía.
Que sea Karl Marx el que tenga la última palabra: “La ilusión que crea la forma de dinero se esfuma inmediatamente, tan pronto como en vez de fijarnos en el capitalista o en el obrero individual consideramos la clase capitalista y la clase obrera en su conjunto”

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