La manera que tiene el sistema capitalista de tratar a la pobreza es mediante el recurso de la solidaridad, el de la caridad cristiana, el cual tiene siempre como resultado que nada cambia, que el pobre se mantiene en su pobreza y el rico se mantiene en su riqueza. La caridad cristiana que impera en nuestra sociedad capitalista está muy lejos de llegar al fundamento cristiano que así reza: "ama al prójimo como a ti mismo". Son multitud los que bajo la bandera de la labor social usan a los más necesitados como medio para subir ellos en el escalafón social y para estar permanentemente en los medios de comunicación, acumulando méritos para coyunturas futuras. Los pobres necesitan pan, pero es pan duro lo que reciben, ni siquiera se les pone los medios para su liberación espiritual, los medios para acceder a la alta cultura y al alto arte. El sistema de propiedad privada de las materias primas, de los recursos financieros, de las grandes empresas de industria y comercio, de las grandes empresas tecnológicas, de los grandes empresas de comunicación y entretenimiento, jamás es cuestionado, cuando en esencia es este sistema de apropiación privada de lo que es producido socialmente el que niega incesantemente el mandamiento cristiano de amar al prójimo como a uno mismo.
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