Hay personas a las que no se les puede dar un puesto de poder porque a la mínima de cambio comienzan a sacar a pasear toda su maldad y amargura. Como no son capaces de ejercer autoridad ejercen dictadura, para tal menester se apoyan en los cobardes aduladores. Pero cuando pierdan el poder, estos aduladores son los primeros que se ponen a disparar en contra de suya, que es lo que inevitablemente sucede cuando las relaciones personales no tienen como base la lealtad sino la conveniencia. Grande fue el poder que tuvo en sus manos el fascista Mussolini, pero cómo acabó, fusilado y tirado en el suelo tal si fuera un repugnante y maloliente insecto, donde fue sometido a ultrajes por la enardecida muchedumbre. El solito se labró ese macabro futuro. Nuestro mundo actual está infestado de pequeños Mussolinis, y es tanta la enajenación a la que les tiene sometida su soberbia, que son incapaces de atisbar la luz negra de su horroroso futuro. Que se vayan confesando, a ver si tienen suerte y la justicia celestial desciende hasta sus oscuras almas a prestarles ayuda.
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