No quiera la Naturaleza
que la locura se suba a los planetas
y se subleven en contra del astro rey,
asesinándole, realizando
así una revolución inversa,
donde el reino de la luz se transforme
en el reino de las tinieblas.
Sobre todo, no quiera la Naturaleza
que, su parte pensante, el Hombre,
encienda una revolución inversa,
asesinando de una pedrada atómica
a su propio planeta, y quedar así
sin lugar donde crecer y sin tiempo
para acabar de escribir su prehistoria.
Abril 1988
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