En la rutina se refrenan los excesos, la salud se fortalece y el orden puede reinar.
Diariamente se revela que primero actuamos y luego somos, que nos definimos por lo que producimos; por cómo de partícipes nos hacemos de nuestra propia existencia. Y las consecuencias que siguen a esto, tanto nos motivan a la acción como nos presionan.
Nos asusta retornar al bucle rutinario cuando tenemos el placer de abandonarlo temporalmente, porque tememos asumir responsabilidades, sentirnos angustiados y envueltos en la monotonía de lo cotidiano.
La trampa de la rutina es fuente de enajenación, y “lo importante” queda tergiversado a su gusto. Su faz negativa permite a los espíritus planos existir como agua estancada, a los faltos de espontaneidad volverse aún más rígidos, y a los cumplidores satisfacerse con la simple entrega de sus tareas.
En la rueda rutinaria, reconocemos una doble cara: el poder mantenernos estables interiormente, y que esa estabilidad nos conduzca amargamente hacia la quietud.
Alejandra Casado forma parte del grupo de estudio: El Saber de la Filosofía
Me encantan esas reflexiones sobre la rutina. Estoy de acuerdo con todo lo que dices. La rutina es la guarida del conservadurismo y, como dices, esa estabilidad que ofrece te puede llevar a la inacción.
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