Igual que alimentamos nuestro cuerpo, nuestro espíritu recibe alimento. De la mano del hombre está escoger con qué tipo de alimento sacia su espíritu. Existen espíritus que optan por alimentarse de la debilidad del prójimo. Aprovechan la ceguera, la inconsciencia del otro para aleccionar, predicando sin ejemplo alguno.
Construyen así una aparente fortaleza, dependiendo siempre de la desgracia ajena para salvaguardar su falsa seguridad. Desconocen estos espíritus que su fortaleza es de la consistencia de una pompa de agua y jabón. Basta solo el tiempo para romperla. Y es que aunque el tuerto sea rey en el país de los ciegos, corre el tuerto el riesgo de que algún ciego se despierte un día, de su no eterno sueño.
Patricia Suárez forma parate del grupo de estudio: El Saber de la Filosofía
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