Trabajos de Vicente Umpiérrez Sánchez sobre filosofía, social política, teoría musical crítica y poesía.
lunes, 12 de junio de 2017
Músico diletante y opinión
Un músico diletante es aquel que lo es por afición, que carece de la formación necesaria para ser un verdadero músico, un músico pensante. Dentro de los músicos diletantes se encuentran también aquellos que teniendo un título carecen, sin embargo, de la formación adecuada para ser músicos pensantes, porque la armonía, el contrapunto, las formas musicales, la fuga, que estudiaron en los Conservatorios de turno sólo les ha servido para aprobar exámenes, incluso para aprobar con matrícula de honor. Cuando uno escucha las composiciones de estos músicos diletantes, no encuentra por ningún lado su saber en el campo de la Organización Tonal (Contrapunto y Armonía), en el campo de la Forma (Ritmo: organización de la duración de los sonidos individuales y de los sonidos agrupados), en el campo de la Textura (organización de las voces y partes, que se resume de modo muy general en la Polifonía y en la Homofonía), su saber en la Orquestación (organización de los diferentes timbres). Estos músicos diletantes son músicos alienados, esto es, músicos que no controlan lo que hacen, muy al contrario, lo que hacen los controla a ellos; no son músicos verdaderamente libres, aunque ellos se presenten como la inalcanzable vanguardia de la creación musical. Carecen de los conceptos más elementales de la teoría musical. Por ejemplo, lo único que saben del compás es que es la división del tiempo en partes iguales; eso lo aprendieron cuando hicieron la Primera Comunión y hasta ahora; algunos de ellos ya tienen calva, canas y nietos, y todavía siguen teniendo ese saber mezquino acerca de lo que es el compás. Son músicos sin conceptos, donde más lejos llegan es a tener simples definiciones, definiciones vacías, que uno puede encontrar en cualquier diccionario. El Ritmo, que tan esencial es en la composición musical, es para ellos un absoluto desconocido. Hace poco estaba yo en un concierto y sonó un tema rítmicamente muy atractivo, su esqueleto rítmico era el ritmo de petenera, cuya organización de las duraciones es la siguiente:
3 3 2 2 2 . Como el compositor no tiene conciencia de cuál es la estructura rítmica sobre la que está alzando su edificio sonoro, porque ve figuras musicales donde tendría que estar viendo números, donde tendría que estar viendo relaciones de duración, sucede que en la simultaneidad unos instrumentos se pelean con otros, y la potencia de este ritmo de acentuación irregular se ve aplastado por culpa de esta pelea. A esto se suma que a causa de este desconocimiento del ritmo esencial del tema, el compositor se ve incapacitado para desarrollarlo, y por eso a lo primero, donde aparece el tema, le une otra cosa que poco o nada tiene que ver con lo primero; el resultado: la fea dispersión. El fin de toda obra de arte es alcanzar la unidad diversa; unidad solo es monotonía, diversidad solo es dispersión. Suma de cosas distintas es lo que uno encuentra en las composiciones de estos músicos diletantes, porque carecen de la formación musical necesaria, para producir obras musicales que sean el resultado de la multiplicación de una primera cosa.
A la salida del referido concierto me encuentro con un viejo amigo, un músico diletante extremo que lleva cerca de cuarenta años diciendo que va ponerse a estudiar, cuando lo intenta trata de buscar el camino más corto, como ese camino más corto no existe termina abandonando el estudio. Cuando hablas con él parece que no ha dejado atrás los diecisiete años, se sube al escenario con una osadía que clama al cielo; pues bien, este amigo mío me dijo que le parecía maravilloso lo que había escuchado. Yo le dije que esa música era música de cacharro, música que estaba muy lejos de ser verdadero arte musical, a lo que me respondió, que esa era era mi opinión y que él la respetaba. Entonces cambié de tercio, cambié de tema de conversación. De manera que este amigo mío lleva la friolera de cuarenta años estando en la música sumido en la más absoluta ignorancia y yo llevo cerca de ese número de años estudiando sin descansar, y todo lo que sé me parece poco, y viene ahora él a poner en el mismo nivel su opinión y la mía, en franco desconocimiento de la jerarquía intelectual. El que no sabe opina, no tiene capacidad para ser otra cosa, el que sabe juzga, porque para eso se ha capacitado. La opinión es hija directa de la ignorancia, el juicio es hijo directo de la sabiduría. Los músicos diletantes abrazan la ignorancia por voluntad propia, porque son holgazanes; su ignorancia los vuelve muy inseguros, por eso ante la sabiduría reaccionan de la manera más bruta. Una vez le dijo Tchaikovsky a un músico diletante, después de analizar una obra suya para orquesta, que aunque tenía mucha habilidad para la creación de atractivas melodías, si quería dejar de ser un músico diletante, no le quedaba más remedio que ponerse a estudiar Armonía, Contrapunto y Forma. Y añadió que nunca es demasiado tarde.
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