No sé quién es ese que me señala y me juzga, no lo conozco. Sé de su existencia, eso sí, sé de la existencia de sus palabras, pero nada sé de los frutos de sus acciones, porque no hay fruto donde la palabra existe como negación de la acción; la mera palabra nunca ha producido nada.
Para advertirles en contra de los falsos profetas, dijo un día Jesús a sus discípulos: “Por sus obras los conoceréis”. No se conoce al otro por sus palabras sino por sus acciones, por los frutos de sus acciones.
Espero el día en el que ese que me señala y me juzga desde el gélido vacío de sus desérticas manos sustituya la intención por la acción y me muestre sus frutos, para poder así yo afirmar que verdaderamente lo conozco, que mi conocimiento sobre él va mucho más allá de meramente saber que existe.

No hay comentarios:
Publicar un comentario