martes, 24 de diciembre de 2024

Un sujeto para el objeto

 


 Me encuentro en la página 70 del tomo I del libro de Juan Ramón Rallo, Anti-Marx.
Habla Marx: “Las necesidades son producidas del mismo modo en que son producidos los productos”. “La producción produce no solo un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto”
Habla Rallo: En términos más sencillos: antes de la creación del televisor no podía existir la necesidad de ver la televisión y la propia producción de televisores, al modificar el tipo de relaciones sociales que entretejen los seres humanos, también produce la necesidad social de ver la televisión”.
Juan Ramón, el amigo Juan Ramón, debió decir: “En términos más complicados, más enredados,…” Iré a este enredo de Rallo más tarde.
Cuando apareció el teléfono móvil lo único que lo diferenciaba del teléfono fijo era que podía usarse fuera de la casa de uno: el sujeto para el objeto teléfono móvil era el mismo que para el objeto teléfono fijo. Pero con el paso de los años el teléfono móvil evolucionó hasta llegar al smartphone. Son muchas las veces que podemos escuchar en la misma calle un pregón como el siguiente: “Yo, mi niña, uso el móvil solamente para recibir llamadas y hacer llamadas, todo lo contrario que mi nieta, que apenas tiene nueve años y con el dichoso móvil hace un montón de cosas: habla por vídeo llamada con sus primos que viven en la Argentina, me hace fotos, me hace vídeos, controla el encendido de la luz del acuario desde cualquier lugar donde se encuentre, hace la lista de la compra, y pare usted de contar, porque, si no, se nos hace de noche”. ¿Que nos dice este pregón?, que la abuela sigue siendo solamente un sujeto para el teléfono móvil primitivo pero no lo es para el smartphone, como sí lo es su nieta. Esto tan sencillo es lo que significa producir necesidades o producir un sujeto para el objeto.
Rallo no se da cuenta que en su “explicación” está hablando de dos productos: el producto material televisor y el producto espiritual televisión. Si televisor no hay televisión pero sin televisión si hay televisor. Los televisores actuales son también smart y la abuela, a la que antes nos referimos, se encuentra ante ese televisor como se encuentra ante el teléfono móvil, al contrario que su nieta, la cual está capacitada hasta para su configuración. Tenemos entonces que la producción del televisor smart crea un sujeto para él, aunque, en muchos casos, los que son más mayores no llegan a convertirse en ese sujeto.  Luego está la televisión: los documentales, las películas, las series, los programas deportivos, las transmisiones deportivos, los programas de entretenimiento, los informativos,…. Está meridianamente claro que el sujeto para la televisión actual (el objeto) dista muchísimo del sujeto que consumía la televisión de los primeros tiempos, en blanco y negro, con reducida oferta de programación y de canales televisivos.
Está claro que la necesidad la produce el objeto creado, que el objeto creado produce un sujeto adecuado a él, en nuestro ejemplo, el smartphone produce un sujeto adecuado a él, que dista mucho del sujeto adecuado al teléfono móvil primitivo. Pero Rallo nos dice: “Al modificar el tipo de relaciones sociales que entretejen los seres humanos, también produce la necesidad de ver televisión”. ¿Qué tiene que ver esto con: “las necesidades son producidas del mismo modo que son producidos los productos”? ¿Qué tiene que ver esto con: “la producción produce no solo un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto”?
Está claro que este sencillo —sencillo, que no simple— y filosófico pensamiento de Marx queda fuera del alcance intelectual de Juan Ramón Rallo.

sábado, 21 de septiembre de 2024

Cuántas veces


 


 

 

 


 

 

 

 

 Por Carlos Martín

 

En el templo de la eternidad enlutada
yo te soñé algún día.
Cuántas veces, torrente de ojos pardos,
sobrepasados por la gracia inalcanzable
hubimos de pensarte los hombres que no lloran.

Fuiste tú quien apaciguó la desazón del espíritu.
Obnubilado por la luz en las montañas
y el oro en el poniente
fuiste tú la que cultivó la magnitud de tu efigie
y se resignó, como las olas se resignan en la orilla,
en una esquina callada, en una playa vacía.

Cuántas veces hube de pensarte amor, y lo desmentí
empedernido, despiadado, presuntuoso,
cabalgando a paso firme la fragancia de los cedros,
postergando la llamada a la aventura,
el verano desmedido, los ardores permanentes.

He sido el exilio de quien socava tu ausencia.
En qué lugar morir sin recordarte ya no me interesa:
¿qué será del mundo ahora que no estás?,
¿quién dotará los campos de frescura
y de sentido regará las estaciones?

Cuántas veces hube de pensarte, amada mía,
Y sin embargo no te has ido: nada me impide soñarte.

Carlos Martín es, además de escritor, cineasta.