Rubén, levanta la cabeza, mira a los ojos de las personas cuando te hablan; saluda siempre. Ayuda al prójimo cuando lo necesita; cuando veas a alguien tirado en el suelo no pases de largo, mañana puedes ser tú el que te encuentres en esa condición. Respeta a la mujer; no te apoyes en la confianza para faltar el respeto a tu pareja; el respeto al otro es la primera manifestación de amor, es parte de los cimientos de la relación entre dos personas. No trafiques con la mentira, porque la verdad es como el agua, siempre busca salida, y la encuentra. No juzgues al otro por su apariencia, para que no te juzguen a ti por la tuya. Respeta la condición del otro, la ideología del otro. No uses la descalificación en la discusión dialéctica, usa siempre razonamientos, y si los razonamientos no te llegan, reconoce lo evidente, que te falta preparación en el tema que es motivo de discusión. No juzgues a quien no conoces, eso se llama prejuicio; no le hagas caso al famoso y negativo refrán: “Piensa mal y acertarás”. Dale tiempo al otro para que pueda darse a conocer; no lo idealices y le pongas atributos que no tiene, así no te llevarás decepción alguna; los prejuicios es una forma de querer anticipar el conocimiento que de otra persona queremos tener; nada ni nadie se puede conocer de un solo instante; no por mucho madrugar amanece más temprano. No seas cobarde, lo que no te atreves a decir al distante que te trata mal, no se lo digas al prójimo que te trata bien; esta es la cobardía que domina a los que ejercen el maltrato hacia la mujer. No te muestres como alguien que no eres, no te hagas el fuerte cuando estás débil, la verdadera fortaleza estriba en mostrarse ante los demás tal cual uno es, tal cual uno se siente.
Faltan cosas, pero serán dichas en otro momento; le hago caso al refrán: Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
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