Trabajos de Vicente Umpiérrez Sánchez sobre filosofía, social política, teoría musical crítica y poesía.
martes, 10 de octubre de 2017
Cataluña a la izquierda
Soy un radical de izquierda, soy comunista. Esencialmente, eso quiere decir que estoy a favor de la transformación de la sociedad capitalista en sociedad socialista. El socialismo que yo defiendo es el socialismo científico, que es radicalmente contrario al socialismo utópico. El socialismo utópico es donde se mueve a gusto la extrema izquierda, un socialismo que surge de sus cabezas calenturientas y enajenadas, y no de la realidad material que nos rodea. El socialismo utópico es un socialismo ignorante, que sólo sabe de política y nada de economía; además, su sabiduría política es mezquina, está atada a lo particular y a lo local, de la política del mundo sabe bien poco. La izquierda radical en España no es verdaderamente una izquierda radical, una izquierda que va a la esencia de las cosas, sino que es una izquierda extremista, una izquierda que extrae todos sus argumentos y propuestas de la superficie de las cosas, y son muchas las ocasiones en que ni siquiera llega a conocer con meridiana claridad la superficie, la apariencia, de las cosas. La extrema izquierda es una izquierda ultra superficial, de cabeza hueca, la sabiduría de sus dirigentes no va más allá de la erudición, esto es, de la mera acumulación de información; el razonamiento lógico, materialista y dialéctico, que es propio del verdadero pensamiento marxista, se encuentra muy fuera de su alcance.
Para tener la certeza inmediata de si un determinado material es combustible sólo hace falta acercarlo al fuego; el fuego aquí es el grave problema de la independencia de Cataluña, a ese fuego se han aproximado Podemos, Bildu, ERC y la CUP , y han demostrado abiertamente que son la izquierda extrema. Esta izquierda ignorante, mentecata y frívola ha puesto, en el siglo XXI, en la Europa moderna y democrática, el derecho de autodeterminación como el no va más de las reivindicaciones democráticas y revolucionarias. Debido a su infantilismo y a su descomunal separación de la realidad, esta iluminada y enajenada izquierda está plenamente convencida de que la reivindicación de un determinado derecho es siempre revolucionario y emancipador, independientemente del momento histórico y del desarrollo material y espiritual de las naciones y de las regiones económicas donde ese derecho se reivindica. En la época precapitalista eran muchos los campesinos que eran dueños de sus tierras y de sus medios de labranza, de modo que todo su producto era propiedad privada basada en el trabajo propio; poco a poco, esa propiedad múltiple y dispersa de la tierra, fue dando paso, en muchas ocasiones por la vía violenta, a la propiedad privada y concentrada de unos pocos, lo que dio lugar a que todos esos campesinos expropiados, al perder la propiedad sobre los medios de producción, los medios que le procuraban la vida, tuvieran que trabajar para los nuevos propietarios, que se apropiaban de su trabajo, que se apropiaban de trabajo ajeno; se pasó de la propiedad privada basada en el trabajo propio a la propiedad privada basada en el trabajo ajeno. En ese momento histórico y en esa realidad económica podría ser justo reivindicar la propiedad privada basada en el trabajo propio; pero si nos hubiéramos mantenido en esa reivindicación, siguiendo la lógica de la izquierda extrema, no habríamos pasado del feudalismo al capitalismo, y sin capitalismo, capitalismo desarrollado, no hay base material para el surgimiento del socialismo.
Durante la época feudal, España, como otras partes de Europa, era una mera suma de reinos, esa pequeñez de existencia era válida para la formación socioeconómica feudal, pero era una traba para la la formación socioeconómica capitalista que precisaba del estado nación y de la conexión de estos estados nación mediante el comercio mundial, el surgimiento del capitalismo constituyó el paso de la mezquindad de los reinos feudales a la grandeza de los estados nación. Ahora al socialismo no le es suficiente para su establecimiento definitivo el estado nación, ahora precisa de las grandes regiones económicas. Cuando esta extrema izquierda, que me avergüenza y me repugna, reivindica, de forma tan altanera y supuestamente vanguardista, el derecho de autodeterminación para los pueblos del estado español -les produce sufrimiento decir España- está reivindicando la vuelta al pasado feudal, donde los distintos reinos podían unirse o separarse como si tal cosa, dado que su unidad era fundamentalmente política y no económica. La reivindicación del derecho a la autodeterminación en esta Europa del siglo XXI es simple y llanamente un reivindicación reaccionaria.
Ya le ha indicado repetidas veces el gobierno del Partido Popular, a esta izquierda pura, a esta izquierda teórica y extrema, a esta izquierda infantil y enajenada, que una cosa es predicar y otra bien distinta es gobernar, para predicar todo el mundo está preparado, para gobernar hay que prepararse mucho y bien. Pero esta izquierda extrema, dogmática y sectaria, no está capacitada para aprender de la derecha, en aquello en lo que la derecha demuestra estar por delante. Por ejemplo, la derecha es quien defiende con clara firmeza y sin complejos la unidad de España ; para la izquierda extremista la defensa del derecho a la autodeterminación de los pueblos de España es lo revolucionario y la defensa de la unidad de España es lo reaccionario, cuando es justo al revés. Esta izquierda descabezada, que está mucho más en la agitación que en el gobierno, tiene la vergonzante osadía de decir, al que asume la responsabilidad de gobernar, lo que se debe hacer, después, claro está, de que las cosas están hechas.
El futbolista que está en la grada nunca falla un penalti, nunca se equivoca en el arbitraje y siempre es el entrenador que configura la mejor alineación y traza la más perfecta táctica. Toda esta extrema izquierda, que no gobierna, que sólo agita, y, por lo tanto, no puede cometer los errores propios del que gobierna, siempre acierta en sus puramente teóricas desiciones políticas y económicas, esta izquierda pura, infantil y descabezada es, en el campo de la política, el futbolista que está en la grada.
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