Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Jorge Luis Borges
Si observamos detenidamente este fragmento de poema, descubriremos que se va más allá de la simple rima, se va a la reiteración de la palabra, no a la reiteración de la última sílaba de la palabra, que es como se produce la rima.
Lo más básico para la creación de la Forma es la regularidad. Dice Hegel: “La regularidad es la repetición igual de una y la misma figura determinada que provee la unidad determinante para la forma de los objetos”.
Vamos a desmenuzar este pensamiento de Hegel con el fin de entenderlo atinadamente. Parece redundante cuando se dice “repetición igual”, pero no lo es. En la imagen se muestra una repetición igual y otra desigual de una y la misma figura determinada; la figura determinada es en este caso el triángulo.
Vamos ahora con “proveer la unidad determinante para la forma de los objetos”. Le damos la palabra nuevamente a Hegel: “El cubo es un cuerpo de todo punto regular. Por todos los lados tiene superficies de igual tamaño, líneas y ángulos iguales, ángulos que, en cuanto rectos no son susceptibles de alteración en su tamaño, como ocurre con los agudos y los obtusos”. ¿Quién provee la unidad determinante para la forma del cubo?: La regularidad de sus caras, la regularidad de sus aristas y la regularidad de sus ángulos.
Hablamos pues de la unidad en la forma: la regularidad crea unidad en la forma.
Pensemos en la Música. ¿Cuál es una de las carencias de la música comercial que, por otra parte, conduce a sus productos a ser efímeros?: La extrema regularidad.
Pensemos en la Poesía. ¿Por qué nos dice poco, por qué no alcanza nuestra alma esos poemas que lo único que tienen de poesía es una empalagosa rima y un cúmulo de imágenes literarias hartamente forzadas?: Por un lado, la extrema regularidad que proporciona esa empalagosa rima y por otro lado la dispersión de imágenes literarias que no contribuyen a crear la unidad en la forma. Por eso es importante saber que Forma es Contenido, o que no cualquier contenido genera una Forma merecedora de ser calificada como Artística.
La disposición de estos versos, atendiendo a su final, es simétrica. La Simetría va un paso más allá que la mera regularidad, introduciendo diversidad en la regularidad. En la Regularidad lo diverso no asoma todavía, en cambio, en la Simetría ya asoma lo diverso.
En palabras de Hegel, la Forma es la regulación de lo externamente múltiple. Esa regulación tiene cuatro niveles: Regularidad, Simetría, Conformidad a Ley y Armonía. Se va de lo más abstracto a lo más concreto, esto es de lo menos diverso (menos determinaciones) a lo más diverso (más determinaciones).
Veamos un ejemplo de Conformidad a Ley. Los tonos que produce el accionar las teclas blancas de un piano constituyen la escala mayor de Do. Para conformar la escala mayor de Re, por ejemplo, es necesario repetir la misma sucesión de tonos y semitonos que se da en la escala mayor de Do; es necesario usar alguna de las teclas negras del piano. Esto es una ley del sonido musical, que actúa independientemente de nuestra voluntad. El músico compositor, sometiéndose a ella, puede crear una pequeña obra musical basada en la escala mayor de Do, pero que en algún momento cambia a la escala mayor de Re, para luego volver a la escala mayor de Do. Ese cambio de una escala a otra —no cabe aquí explicar cómo puede realizarse ese cambio manteniendo la unidad en la forma- es un movimiento de la regularidad (mantenerse en una sola escala) a una mayor diversidad que aporta la Conformidad a Ley (pasar a otra escala). La Música es el arte que más sometido está a la Conformidad a Ley.
La Armonía. Este es el nivel superior para la consecución de la unidad en la Forma: La Unidad Diversa. Armonía es la unidad que se construye a partir de lo distinto. Volvemos a las teclas blancas del piano, a la escala mayor de Do. Tocando tres teclas distintas se obtiene un acorde, pero no todos estos acordes constituyen una armonía. Por ejemplo: Tocamos el acorde Do-Mi-Sol, sentimos una unidad, una armonía. Tocamos el acorde Do-Fa-Sol, no sentimos una unidad, no sentimos una armonía.
Así como la Música no puede existir sin Ritmo, la Poesía tampoco; incluso la prosa no puede desprenderse del todo del Ritmo. El Ritmo es un aspecto que contribuye enormemente a la producción de la Forma Literaria, lo mismo que a la Forma Musical.
Hay poesía que está tan imbuida en el Ritmo que al recitarla parece directamente música. Un fragmento de un poema de Nicolás Guillén nos sirve de ilustración.
¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo,
repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo
baila yambo sobre un pié.
De manera intuitiva se puede apreciar que este tipo de poesía va directamente a la piel, a lo sensible, mientras que el tipo de poesía que hemos mostrado de Borges va de manera no directa, no inmediata, al pensamiento.
Con los versos de Guillén se queda uno sintiendo, tentado a mover la cintura, por el contrario, con los versos de Borges se queda uno pensando, quieto y pensando. Estos versos de Guillén es lo sencillo sin fondo, no hay separación entre Forma y Contenido; mientras que los versos de Borges es lo sencillo con fondo, donde si hay separación entre Forma y Contenido.
La Regularidad tiene mucha mayor presencia en la palabra de Guillén que en la palabra de Borges. Podemos decir que esta poesía de Guillén es más abstracta que la poesía de Borges. Recordemos que abstracto significa tener pocas determinaciones y concreto significa tener muchas determinaciones. La semilla de un manzano que comienza a germinar es mucho más abstracta que el propio manzano como tal. El paso de la semilla de manzana al manzano que ya produce frutos, es el paso de lo abstracto a lo concreto.
“Yambambó, yambambá, yambambú, yambambé”
Con esta regularidad rota siempre al final de la onomatopeya, se crea esta Forma, este Ritmo. Ese cambio se da también de una manera regular: unidad en la forma.
“Congo solongo del Songo,
Songo congo, congo Songo,
Songó.
Leído sin interrupción sentimos la intensidad del ritmo, el acento situado siempre en la primera sílaba (regularidad), menos al final que el acento se mueve a la última sílaba.
Tenemos un elemento más sobre el que actuar para la consecución de la unidad en la forma: la acentuación de las palabras.
“congo, solongo, tamba,
congo, solongo, tamba, tamba.
Mientras recitamos de forma repetida (sin pausa, como el tic tac de un reloj) golpeamos en una mesa en simultaneidad con el comienzo de la palabra que aparece en color. Sentiremos la irregularidad de la acentuación, sentiremos un ritmo sincopado.
Nos detenemos aquí, hasta la próxima entrega.