martes, 30 de abril de 2024

Quien se subió lo sabe

Por Alejandra Casado Salcedo 
 
Basta pisar una guagua municipal para comprobar que la falta de consideración es la tónica diaria de nuestra convivencia. Algo tienen esas puertas, o ese color amarillo, que hacen aflorar el individualismo y la falta de sensibilidad.
Si logras entrar en una hora punta se ha hecho el milagro: algún ser divino ha incitado a la gente a caminar hacia detrás para descongestionar la parte delantera, o alguna mente lúcida ha gritado que por favor avancen hasta el final. A otras horas no ocurre lo mismo,
la guagua va desahogada y sobran los asientos libres, pero con la faena de que los sitios que dan hacia la ventana corren una suerte de maldición, y los del pasillo ya están ocupados. Eso, o es demasiado el esfuerzo necesario para colocarse en el asiento de adentro y dejar al siguiente sentarse por fuera o, como mínimo, hacer ademán para
dejarle pasar.
Mucho más tienen que decir al respecto las personas mayores o con discapacidad a las que, por desgracia, y en demasiadas ocasiones, no se les da la preferencia que, ya no por norma, sino por respeto, les corresponde. Esta atención, que es triste que no nazca
espontáneamente del interior, es infrecuente, sobretodo, en los más jóvenes. Y por si fuera poco, una banda sonora compuesta por tiktoks, reels, audios de whatsapp e intimidades contadas en alto por videollamada, imposible de ignorar, acompaña el trayecto cotidiano.
En resumen: el amor al prójimo perdió su bono, no tiene suelto para pagar y, visto lo visto, se queda en tierra.
 
Alejandra Casado forma parte del grupo de estudio El Saber de la Filosofía