lunes, 27 de junio de 2022

Cine Pensado (1)

 


 Está la cosa y está la forma en la que la cosa se manifiesta (Forma Fenoménica). Hablamos de cine.
A las seis de la mañana, todavía de noche, bajo la inclemente lluvia, un coche avanza, su conductor va escuchando el parte de noticias. En un primer plano, su rostro refleja ensimismamiento y preocupación; puede ser que esto sea manifestación de estar huyendo del lugar donde se ha cometido un crimen, o puede ser sencillamente que venga de estar trabajando toda la noche, y la figura de su rostro sea simplemente manifestación de cansancio. Llega a su casa, va al baño a lavarse las manos y descubre una mancha de sangre en la parte inferior de la manga de su camisa. Con desesperación restriega con jabón esa parte de su camisa con la intención de borrar la mancha de sangre.
Ya es de día. En el aula de un colegio femenino una profesora pasa lista, todas las alumnas van comunicando su presencia, hasta el momento donde no se escucha respuesta alguna, después de que la profesora pronunciara un determinado nombre; su pupitre está vacío. Las caras de algunas de las chicas presentes son el reflejo de que saben algo en relación a la referida ausencia.
Avanzada la mañana, en la radio, se interrumpe un programa de entretenimiento, para dar a conocer la desaparición de un jovencita de quince años de edad.
A partir de aquí comienza el desarrollo de la película. Hasta ese momento de la creación cinematográfica, el cineasta no hace por mostrar el posible crimen, el acto del crimen, la cosa, sino que toma la senda de mostrar formas de manifestación de ese posible crimen. Estas formas fenoménicas son: (a) la mancha de sangre en la camisa, (b) la ausencia de la chica en el momento de que la profesora pasara lista y (c) la noticia sobre su desaparición transmitida en la radio.
Así tenemos, en la práctica de la creación cinematográfica en general, ante la representación artística de un crimen, dos posibilidades, la representación del crimen de manera directa —puede ser que se represente el acto de asesinato sin mostrar el rostro del culpable—, o la representación de aspectos que son formas de manifestación (formas fenoménicas) del crimen, la repressentación del crimen de manera indirecta.
Dentro de esta representación cinematográfica está contenido también todo aquello que el cineasta muestra en su obra, que no tiene como fin dar con la verdad —dar con el móvil del asesinato y con su autor— sino que tiene como fin el conducir al espectador a falsas conclusiones, conducirlo a una falsa verdad. Así se construye la intriga, el suspense.


miércoles, 22 de junio de 2022

El oficio de escritor

 



Dice Igor Stravinsky en Poética Musical que la composición musical es un resolver problemas; se puede afirmar lo mismo para la producción de arte literario. Pero, que quede claro, para resolver problemas, hay que tener primero la capacidad de reconocer los mismos; el primer problema a resolver, pues, en la arte de la producción literaria es el reconocimiento, el descubrimiento, de problemas que emergen inevitablemente en el transcurso de la creación literaria. Veamos un ejemplo, en la Poesía un aspecto fundamental a elaborar es el ritmo, al ritmo contribuye la rima, pero el ritmo va mucho más allá que la simple rima. Para el control del ritmo debemos saber qué aspectos del verso hay que mover y ordenar para la obtención de una sucesión de palabras y versos, un ritmo,  que lleven al poema a avanzar dinámicamente siempre hacia adelante. Si no se sabe todo esto, el escribir tiene como resultado lo carente de elaboración artística, lo carente de profundidad literaria; lo que significa pretender sustituir la elaboración literaria por la mera intuición, por la improvisación. Cuanto más ciencia menos intuición.
Un problema fundamental, el más difícil de resolver, es saber de qué escribir. Cuando ese problema está ya resuelto para el escritor más experimentado, viene el problema de cómo escribir sobre cualquier cosa, pero de manera tal que genere interés y emoción al lector. Para la resolución de estos dos problemas, el saber de qué escribir y el saber escribir sobre cualquier cosa, es esencial que el escritor tenga una alta capacidad de observación, capacidad esta que ha de estar permanentemente activa, hasta en sueños. El verdadero artista está siempre al acecho, nunca descansa, siempre persiguiendo descubrir acontecimientos, situaciones, que sean una oportunidad para la generación de arte literario. Arte y carencia de capacidad de observación es una combinación no posible en la actividad creadora de arte, es la cuadratura del círculo, es una perenne utopía. La persona que carece de capacidad de observación, tiene un defecto que lo imposibilita para el arte literario; al igual que la persona que padece de una dolencia cardiaca tiene un defecto que lo imposibilita para el atletismo. En toda actividad hay siempre unas condiciones que sin el cumplimiento de las cuales no puede acometerse esa actividad. Dentro de la capacidad de observación de los acontecimientos de la vida cotidiana hay que incluir la capacidad de observación y de análisis de las obras de los maestros. Si estudio un poema de Borges, por poner un ejemplo, tengo que descubrir, mediante la observación y el análisis, el cómo se produce el paso de la forma prosaica —la forma en la que nos expresamos en la vida cotidiana- a la forma literaria. La observación y el análisis de las obras literarias magistrales y la experiencia continuada de escribir es lo que finalmente nos convierte en verdaderos escritores. También es necesaria la capacidad de observación y de análisis para descubrir las fallas de una mala producción literaria, si se carece de esa capacidad los defectos en nuestra creación literaria van a estar siempre presentes.
Un problema que todo escritor que se precie ha de tener resuelto antes de acometer la creación literaria, es el de tener la capacidad de expresarse, en el día a día, con claridad y con orden: decir mucho con poco. Antes de narrar de forma literaria está el narrar de forma prosaica —narrar una cosa tan sencilla como, por ejemplo,: “No me vendieron en la farmacia un medicamento porque fui sin la receta pertinente, que dejé en el propio despacho del médico que me atendió”—, y en ese narrar prosaico es fundamental exponer el máximo número de detalles, porque cuanto más detalles, más sólida será la base de la que parte mi representación en forma de narración literaria. Surge de aquí otro problema, el problema de resolver adecuadamente la correspondencia entre lo representado y la representación. Si, por ejemplo, intento narrar de forma literaria una situación dramática pero lo hago de tal manera que llevo al lector a la risa, estoy demostrando que una cosa es lo que yo creo que estoy representando y otra es lo que verdaderamente estoy representando.
Otro problema a resolver es el cómo dar hechura literaria a lo más mundano, consiguiendo que se produzca una diferencia notable entre eso mundano que se representa y la representación misma, que se produzca una clara diferencia entre aquello que es de la vida cotidiana y su representación artística literaria; la mera copia de la realidad existente no es verdaderamente arte. Pongamos un ejemplo tomado del arte pictórico, quiero crear un pintura donde se representa una manzana que yace sobre una pequeña mesa. Vamos a centrarnos en la manzana: el arte no está en reproducir una copia fidedigna  de la manzana que va a ser objeto de representación, sino de conseguir una manzana distinta —luz, color, disposición espacial, proporción  y forma— que merezca el nombre de producción artística. No nos interesa la belleza natural de la manzana real, sino que nos interesa la belleza artística de la manzana ideal; la primera manzana existe para la satisfacción de una necesidad material, mientras que la segunda manzana existe para la satisfacción de una necesidad espiritual.
Está también el problema de la sensibilidad artística, que tiene como fundamento el cultivar los sentidos en general. La persona que no cultiva sus sentidos, que no es capaz de emocionarse ante los objetos y acontecimientos del mundo real —una bella puesta de sol, por ejemplo— ni de emocionarse ante los objetos del mundo ideal del arte en general, no puede producir emoción por medio de sus creaciones, porque lo creado es puramente intelectual, donde lo sensible está siempre ausente. Lo puramente intelectual puede servir para las matemáticas pero no para el arte; las leyes en el arte están limitadas siempre por el lado sensible; un mismo tema puede ser abordado por dos escritores diferentes con resultados muy distintos, y a pesar de eso distinto,
estar esos resultados  a la par en belleza artística.
Está también el problema de cómo generar crecimiento en la forma a partir de lo que se va creando, descubrir hacia donde debe dirigirse el producto literario que se está gestando; una creación literaria no existe de antemano, es habilidad creativa del escritor el descubrir en lo ya escrito las posibilidades de su desarrollo. El artista no capaz pretende siempre que aquello que va a producir bajo la forma literaria exista de antemano en su cabeza; pero si existe ya en su cabeza no necesita ser creado.
Por último me voy a referir a algo tan importante como es el tener conceptos. La persona que tiene conceptos controla el arte que produce, es un creador libre; la persona que carece de conceptos es controlado por el arte que produce, es un enajenado, que es esclavo del arte que produce. El poseedor de conceptos está capacitado para la producción de un arte profundo, por el contrario, el que carece de conceptos solo puede generar un arte superficial, que pronto es arrasado por la Historia, no es producción espiritual que forme parte de la Historia del Arte.