lunes, 26 de junio de 2017

¿Contar o cantar?


Tal cual yo concibo el aprendizaje musical, y no solamente el musical, se debe insistir mucho y continuamente en lo pequeño, en la forma pequeña, a la hora del estudio de la interpretación y de la composición. Acostumbrarse desde el principio a hacer lo pequeño bien en lugar de lo grande mal, hace que nuestro crecimiento en lo musical y en lo personal sea más firme, más seguro y más duradero. El paso de lo pequeño a lo grande, si seguimos este camino, se hará de forma natural, sin angustia, sin sufrimiento, sin frustración, y con los mismos niveles de calidad que ya hemos previamente conquistado en lo pequeño. En mis clases, para la iniciación al piano, busco siempre métodos que vayan en la dirección de aprendizaje que acabo de mencionar: el reiterado estudio de muchas y diversas piezas breves. Uno de estos métodos es el Método Rosa, el cual está muy bien estructurado; el paso de un nivel a otro superior se da siempre de forma muy escalonada. En este mismo libro se hace la propuesta didáctica siguiente: para asegurar la medida y el ritmo, si estamos en metro de 3/4, por ejemplo, contamos 1,2,3. Si nos trabamos, vamos a la subdivisión y contamos 1 y, 2 y, 3 y. Ejemplos a y b.
¿Qué manifiesta esta propuesta didáctica? Que desgraciadamente es un hecho universalmente extendido el tocar sin cantar; dado que si se cuenta no se canta. Cuando se toca sin cantar, se está fuera de la obra que se está ejecutando, se está realizando un mero ejercicio mecánico, que puede, además, arrancar ciegos y descomunales aplausos, si el que hace este ejercicio mecánico es un virtuoso de la técnica. Yo distingo claramente entre virtuosismo técnico y virtuosismo artístico; el segundo es el más escaso y el más elevado. El canto es el alma de la música, tocar sin cantar es tocar sin alma, escribir a máquina en lugar de tocar artísticamente el piano, o cualquier otro instrumento. Tocar sin cantar es no alcanzar verdaderamente el corazón de los que escuchan.
Cuando digo cantar, digo cantar sin entonación y con entonación. La práctica más inmediata del aprendizaje musical es el canto de los más diversos y complejos ritmos, dejando al principio la entonación a un lado; en MEMVUS empleamos para este menester tan sólo dos signos  1 y 0. Nos ahorramos de entrada el tener que tratar con tantos y diversos signos que la escritura musical convencional emplea. En nuestra metodología de aprendizaje musical no se habla nunca de, por ejemplo, practicar corcheas, semicorcheas, negra con puntillo, tresillo de corcheas, etc., tal como aparece, por ejemplo, en el Método Rosa, y en todos los libros de Lenguaje Musical, hablamos siempre de practicar determinadas relaciones de duración. Decimos, por ejemplo, vamos a practicar las relaciones de duración 2 2 2 3 3. Al mismo tiempo que se adentra en la práctica del ritmo, el alumno va aprendiendo a representar un mismo ritmo de múltiples y diversas maneras. Por ejemplo, las representaciones, escrituras, c  y d. Son dos representaciones distintas del ritmo (relaciones de duración) anteriormente mencionado. No ha sido necesario esperar a que el alumno entienda qué ritmo es el que esas dos escrituras representan para que pueda practicar y dominar ese ritmo, para ello usamos la Escritura Musical Intuitiva que, como dijimos anteriormente emplea tan sólo dos signos 1 (ataque de sonido) y 0 (no ataque de sonido). La ilustración e  muestra la representación en Unos y Ceros de este ritmo. Esta práctica del ritmo que se apoya en la Escritura Musical Intuitiva, en las primeras etapas del aprendizaje musical, no queda solamente en el canto sino que se extiende a los instrumentos de percusión. Con este bagaje de conocimiento práctico del ritmo, en sus manos y en sus voz, el alumno se acerca ahora al piano, o a cualquier otro instrumento, de una forma plena, con la capacidad de cantar o percutir, lo que va a tocar. Con el referido bagaje se adentra también el alumno  en el canto en sentido pleno: ritmo, entonación, articulación y tímbrica. Independientemente de nuestra voluntad vamos a cantar siempre tal cual cantamos; cuanto mejor sea nuestro canto mejor será nuestro toque. Nos ahorraremos interminables horas de machaqueo en el instrumento, y caminaremos hacia el virtuosismo verdadero, hacia el virtuosismo artístico.

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